"Tenía que morir"
Mariano Martín Alegría nació en el año 1879. Se casó con María Lorea Valón, natural de Barbastro, con la que tuvo catorce hijos. Era botero de profesión. Vivía en la calle Joaquín Costa 5, 3º. Era un hombre profundamente religioso. Pertenecía a la Adoración Nocturna, a las Conferencias de San Vicente de Paúl de las que era tesorero, a los Jueves Eucarísticos, a la Hora Santa. Rezaba el rosario a diario con su esposa e hijas. Dos de sus hijas fueron religiosas, una concepcionista Franciscana -Trinidad- y la otra Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl -sor María Jesús-, que en 1936 residía en Lérida.
Apoyó con su firma, al igual que varias decenas de personas, la Candidatura de Concentración Monárquica, que se presentó en Barbastro en las elecciones municipales de abril de 1931. En el semanario local El Cruzado Aragonés se anunciaba así esta candidatura: “En cambio, votando la candidatura de Concentración Monárquica que luchará en esta ciudad, aportaréis el esfuerzo que la Religión y la Patria exigen de todos para evitar su aniquilamiento”.
Cuando las cosas se pongan muy mal en toda España y se manera particular en la diócesis de Barbastro, Mariano Martín Alegría supo estar a la altura de las circunstancias. Las izquierdas locales habían intentado adueñarse del seminario diocesano desde comienzos de la República, apelando a la fuerza. El asalto se llevó a cabo el 1 de agosto de 1933, por parte del alcalde, concejales y personas del Partido Republicano Radical Socialista (luego Izquierda Republicana). Meses después, el juez ordenó la devolución al obispado. En la primavera de 1936, antes de una sentencia firme, el ayuntamiento del Frente Popular decidió su incautación. Hubo algunas personas que colaboraron en sacar todas las cosas del seminario. Uno de ellos fue Mariano Martín. Todos los que colaboraron fueron, posteriormente, asesinados.
“Mariano Martín es demasiado católico”
El P. Gabriel Campo, cmf, habla de Mariano Martín Alegría, el botero, “un hombre cristiano a carta cabal, muy amigo de los claretianos”. En la mañana del 19 de julio de 1936 se fue a confesar y asistió a la fiesta y la misa de los socios del colegio de San Vicente de Paúl. Hubo comunión general, la última en varios años. Desde el día siguiente, 20, Mariano ya no salió a la calle y se quedó en casa preparándose para el martirio. Tenía un cuadro de Cristo Rey, ante cuya imagen rezaba, en ocasiones con los brazos en cruz. Según el P. Campo: “El “botero” fue uno de tantos heroicos seglares, perseguidos, encarcelados y ajusticiados por ser católicos practicantes”1.
En la relación de su hija sor Lucía de Jesús, se cuenta lo sucedido. El día de la Natividad de la Virgen, 8 de septiembre de 1936, le llamaron los del Comité de Vigilancia. Le ordenaron que fuera a construir fortificaciones, lo que hizo a partir de ese momento. El día 11 de septiembre vinieron a buscarle a su casa sobre las 15,30. Cuando se enteró su hija –sor Lucía- acudió ahí y vio a su padre cabizbajo, esperando su turno para declarar. Estaba silencioso y de vez en cuando repetía “¡Jesús, ayúdame!”. Poco después lo encarcelaban.
Mariano Martín tiene la nota de ingreso en la cárcel municipal a las 17′45 horas. Fue detenido, entre otros, por Valerio Gistau. María Lorea declaró en 1942:
“Los denunciantes fueron un tal Mariano que vivía en las proximidades de su casa que era limpiabotas tenía una mujer coja y el Antonio Riva a) Marta, el primero por rezar el rosario y el segundo porque dice que era católico desconociendo quién son los autores del asesinato y el lugar de su paradero”.
Mientras permaneció detenido, su hija sor Lucía le llevaba la comida. Lucía y su hermana Josefina, recordaban en 2002 que su madre y su hermana Conchita hicieron una gestión con uno del Comité Revolucionario de nombre Ramón, para interceder por él. A lo que les dijo que no: “Es que Mariano Martín es demasiado católico”2.
En esta estancia en la cárcel, Mariano Martín se fue preparando para el martirio, que parecía inevitable.
Se conserva una nota de 20 de septiembre de 1936 que dice:
“Se autoriza al carcelero para entregar a los detenidos José Gómez Gravisaco, Cosme Mairal Pardina, Francisco Torres Lacadena, Antonia Fuster Gil, Alberto Palá Mediano, José Liesa Pueyo, Gregorio Margalejo Murillo, José Cases Pujol, Domingo Tarrio Novoa, Pedro Fábregas Mur, Ángela Gómez, Mariano Martín Alegría, Joaquín Lacambra Arcarazo, Antonio Galindo, Quintín Montaner, Cándido Jordán, Eduardo Allué de Buen, Amado Giménez, Juliana Lacambra Lejarreta, Jesusa Lacambra Lejarreta, Tomás Salamero, Mariano Loscertales, José Cancer (cura), Martín Frago”.
Sobre su martirio el día 21, podemos leer el resumen: “Este grupo fue trasladado al cementerio en construcción, en Valdorrios. Parece que algunos de ellos fueron objeto de malos tratos. Hubo mucha gente participando en el asesinato. Se ha escrito sobre éste que hubo “una turba que sin formación alguna disparó sobre los que aquel día eran objeto de asesinato ya que el hacerlo por tratarse de hijos de esta localidad era considerado como un mérito rojo”. En un informe de la Guardia civil de Barbastro, se menciona entre los asesinos del sacerdote José Cáncer a “José Martinez Arasanz, José Cases Sesé, Manuel Samitier Larrosa, Mariano Abad Castro”. También participaron Andrés Gracia Palacio (a) Eloy, Pablo Madonar Domper, que asesinó a Cándido Jordán, los hermanos Fantova, Melchor Escudero, los hermanos Cáncer, Mariano Sierra, el Marta, Pablo Lana, Mariano Abad y Ángeles Arilla (a) la Peiruza3.
Después de la Guerra encontraron su cuerpo y lo enterraron en el cementerio de Barbastro, en un nicho. Su familia siempre lo consideró como mártir, al igual que otras muchas personas de Barbastro y fuera de él. Todos los testimonios coinciden en que “fue uno de los cristianos más íntegros y religiosos de Barbastro”, y que “la fama de mártir clarísimo existe en Barbastro”4. Se conservan declaraciones de sus hijas Lucía y Josefina, así como notas que escribió Lucía de Jesús Martín.