Trágico final
Al comienzo de la Guerra Civil el Jefe Nacional de la Falange se encontraba en la prisión de Alicante, su liberación se tornaba muy difícil, porque el bando sublevado no había podido controlar la zona de Levante. El General Franco creía que si él iniciaba el plan de salvación y fracasaba, se le acusaría de no haber actuado bien y la propaganda sería terrible, pero si tampoco hacía nada, también se le juzgaría, por lo que decidió dejar en manos de los propios falangistas el rescate de José Antonio Primo de Rivera.
De sobra es conocido que las relaciones entre ambos personajes históricos nunca fueron muy buenas. Señalaremos los cuatro momentos para reconstruir esta trama. En primer lugar, la boda de Ramón Serrano Suñer con Ramona “Zita” Polo, la hermana de Carmen Polo, el 6 de febrero de 1932, en la cual Franco y José Antonio accedieron a ser testigos del enlace nupcial.
El segundo momento, se trata de la carta que José Antonio le escribió a Franco el 24 de septiembre de 1934, y que se la hizo llegar por medio de su amigo y albacea Ramón Serrano Suñer. Sin embargo, Franco no respondió a la misiva del Jefe de la Falange que le pedía “ayuda militar” para iniciar un levantamiento contra los enemigos de la Patria.
El tercer momento fue el encuentro que por interés de José Antonio propició también Serrano Suñer en casa de sus padres:
“Fue una entrevista pesada y para mí incómoda -recuerda Ramón Serrano en sus Memorias-. Franco estuvo evasivo, divagatorio y todavía cauteloso. Habló largamente; poco de la situación de España, de la suya y de la disposición del Ejército, y mucho de anécdotas y circunstancias (…). José Antonio quedó muy decepcionado y apenas cerrada la puerta del piso tras la salida de Franco (…) se deshizo en sarcasmos hasta el punto de dejarme a mí mismo molesto”.
El cuarto y último momento fue telemático, Ramón Serrano Suñer y la Acción Popular intentaron liberar a José Antonio Primo de Rivera de la cárcel Modelo de Madrid, introduciéndole en la candidatura por Cuenca ante la repetición de elecciones que se iban a producir en esta ciudad por las irregularidades cometidas en los comicios electorales de febrero de 1936. Pero su nombre aparecía en las listas junto a Franco, lo que a todos los efectos podía resultar una broma de mal gusto para salvarle. Recordemos que el ambiente era radicalmente adverso a los militares y a la Iglesia. Fernando Primo de Rivera que compartía celda con su hermano, dijo con sorna que sólo faltaba incluir en aquella candidatura al cardenal Segura. Por este motivo, Serrano Suñer decidió ir a Canarias para tratar de convencer a su cuñado para que se autoexcluyera de la lista por el bien de ambos. Finalmente, el General Franco terminó accediendo pero sin mostrar mucho agrado. En cualquier caso, esta decisión tampoco sirvió para liberarle, porque su nombre apareció de forma espuria al final de la lista, impidiendo de este modo que pudiera llegar a ser elegido.
Pero fue a mediados de septiembre cuando la liberación de José Antonio estuvo más cerca que nunca. Para esta ocasión los falangistas buscaron el soborno de milicianos anarquistas. En el puerto de Alicante esperaban navíos alemanes para huir. Sin embargo, Agustín Aznar, jefe de las milicias de Falange, a quien le unía parentesco con José Antonio porque estaba prometido con su prima, fue detenido y aunque consiguió escapar, frustró el rescate y motivó la expulsión del cónsul alemán de la ciudad Alicante a bordo del Graf von Spee.
En octubre volvieron por segunda vez a organizar un nuevo comando para llegar a Alicante, coordinado en esta ocasión por la diplomacia política alemana a través del cónsul Hans-Joachim von Knobloch y de los falangistas Rafael Garcerán y Agustín Aznar. Debía evitarse sobornar al Gobernador de Alicante, pero se barajó de nuevo la posibilidad de sobornar a anarquistas e incluso utilizar si fuera preciso la vía armada. Hubo intentos de canjearle por el hijo de Largo Caballero. La mediación de Mussolini tampoco se fraguó, incluso desde Londres y París se buscaron acuerdos para negociar su rescate. Pero ya era demasiado tarde. El historiador Stanley G. Payne cita también al filósofo Ortega y Gasset entre las personalidades que buscaron con ahínco su liberación desde Francia. El testimonio de su hijo resulta muy revelador:
“Sabía yo la admiración que José Antonio profesaba a mi padre y leí algunos de sus artículos y discursos en los que ya entonces advertí ideas y aun frases que correspondían inexcusablemente al pensamiento de mi padre, vertido en España Invertebrada y en otras obras. Leí también su Homenaje y reproche a Ortega y Gasset. Fue José Antonio un gran lector de la obra de mi padre y algo más: un joven intelectual de corte orteguiano. (…). Mi padre, desde París, siguió las vicisitudes sufridas por José Antonio en la prisión de Alicante, hasta su trágico final. Mi impresión es que, hasta el último momento, creyó que pudo haber sido salvado. No existió interés por ninguna de las dos partes para ello. Porque no había ser más opuesto a Franco en cuanto a fisiología, mente y formación que José Antonio Primo de Rivera”.