"El Correo Catalán"

Anécdotas de la Guerra Civil en Cataluña

Desde intercambios de tabaco entre bandos enemigos hasta el silencio para salvaguardar a la Virgen del Pilar, la contienda estuvo repleta de hechos curiosos

En Granollers se produjo el caso de un empresario que, antes de la Guerra Civil, le dejó dinero a uno de sus trabajadores. Este se lo había pedido por problemas personales. El primero aceptó y el segundo estaba en deuda con su jefe. Al estallar la guerra fue este trabajador el que delató a su jefe. Fue con la patrulla de control pertinente y asistió al su asesinato. La deuda estaba zanjada.

Se dio el hecho que, dentro del anarquismo imperante, los soldados hacían lo que querían. Algunos, luchando en el frente de Lérida, abandonaban su puesto, regresaban a sus casas, pasaban unos días con la familia, y luego regresaban de nuevo al frente. Para algunos la guerra era un juego.

Cuando se abrieron las cárceles se liberó a todas las personas que había en ellas. Estaban enceradas personas de toda índole y calaña. Desde vulgares chorizos a criminales. A todos ellos se les entregó un fusil para que lucharan por la causa republicana. Evidentemente estas personas, en su mayor parte analfabetas y con malos instintos, hicieron lo que sabían hacer. Esto es, robar y asesinar.

En el frente se dieron hechos curiosos. El bando republicano estaba bien surtido de tabaco procedente de Inglaterra. Por su parte el nacional disponía de cajetillas de papel. Ninguno de los dos podía fumar. Así que, en determinadas ocasiones ambos bandos se ponían de acuerdo. Quedaban dos representantes en un punto intermedio y se intercambiaban los productos. Aquella noche, tras la tregua, ambos bandos podían fumar. Al día siguiente la cruda realidad se imponía y los disparos resonaban, de nuevo, en las trincheras.

En Manlleu un grupo de personas iban montadas en coche dirección a Barcelona. Entre Manlleu y Vic vieron a 4 cadáveres tendidos en el suelo. Sobresalían de la cuneta. Uno de los que iban en aquel coche le dijo al conductor: “Pásales por encima, a ver si los dejas planchados”. Otro de los ocupantes del vehículo, al ver que el conductor, inconscientemente le hacía caso a aquel depravado, dio un golpe de volante y apartó el coche de la trayectoria iniciada. Aquella intervención impidió una acción cruel contra los cuerpos ya torturados de cuatro inocentes.

Ramón Sales, de los Sindicatos Libres
Ramón Sales, de los Sindicatos Libresarchivo

Se cuenta que, en uno de los múltiples registros realizados en Cataluña durante esos años, un ciudadano tenía escondida en casa una imagen de la Virgen del Pilar, la cual sacaba en procesión por la Semana Santa. Al tener miedo de que la descubrieran, la escondió dentro de una vieja caja y la recubrió de trapos. Pensaba que de esta manera los milicianos no la encontrarían. Durante el registro uno de ellos miró la caja pero la dejó, sin darle la más mínima importancia. El propietario de la imagen respiró tranquilo. Poco antes de marcharse los milicianos de su casa, aquel que había mirado la caja le dijo: “Vete con cuidado la próxima vez que escondas a la Pilarica. Te has salvado porque soy maño. Si llega a ser otro el que mira dentro de la caja, te hubiéramos asesinado”. En conclusión, por muy contrario que uno sea a las ideas religiosas, la Virgen del Pilar estaba por encima de cualquier guerra.

Un grupo de milicianos fue a buscar al reverendo Tusquets. Se vistió con una bata de trabajo, agarró un plumero y recibió a sus verdugos. Al preguntarle un miliciano si era el reverendo Tusquets, éste respondió que no. Añadiendo: “No conozco personalmente a ese señor. Ahora bien, me han comentado que es una persona muy espabilada”.

"Mi ciudad", de Ramón Solsona
"Mi ciudad", de Ramón Solsonaarchivo

José Calvet Mulet fue detenido el día 28 de abril de 1938 por una patrulla de soldados de Líster, en virtud de la delación del limpiabotas Tomás Breva -ya sancionado por la justicia- y conducido en presencia del comandante del puesto. José Calvet, como tantos detenidos aquellos días, por la rabia e impotencia de las tropas marxistas de no poder resistir el empuje de las tropas nacionales, que pocos días antes habían llegado al margen derecho del Ebro, sufrió los atropellos y vejámenes de los salvajes del bandolero marxista de Líster que había acampado en el delta izquierdo y montañas de ese término. Noche tras noche presenció José Calvet los fusilamientos de sus compañeros de cautiverio, hasta que le correspondió correr la misma infortunada suerte.

Los soldados tenían la costumbre de atar con cuerdas o alambres a sus víctimas antes de sacrificarlas. Para atar a José Calvet escogieron el alambre. Lo ataron tan fuerte que no pudo reprimir una queja.

-Que me hace usted daño, le dijo.

Al asesino le sentó mal la protesta. Cogió una afilada hacha y de un tajo le cortó, por las muñecas, las dos manos. Y le dijo burlonamente:

- Ahora ya no te harán más daño tus manos fascistas.

No contento con esta villanía, lo sacó al jardín y le disparó varios tiros en la cabeza.

Los milicianos fueron a buscar al sacerdote de la población de Piera, subiéndolo a un coche fantasma, junto a un crucifijo de la Iglesia. Llegados a un descampado, sacaron la corona de espinas de la imagen, clavándosela al reverendo en la cabeza. Acto seguido le dispararon en las manos y en los pies. Uno de los milicianos tuvo compasión por el calvario que estaba sufriendo aquel pobre sacerdote y pidió clemencia a sus compañeros. Estos no tuvieron escrúpulos en asesinarlo junto con el reverendo.

Otro ejemplo de la brutalidad cometida por las patrullas de control, queda reflejado en la figura de Ramón Sales Amenós, fundador del Sindicato Libre. Un militante de dicho sindicato fue torturado casi hasta la muerte, con el fin de saber dónde estaba escondido. La CNT detuvo a Sales el 30 de noviembre de 1936. Era tanto el odio hacia este sindicalista, que no tuvieron bastante con dispararle un tiro. Tenía que morir atrozmente torturado. El hecho ocurrió la madrugada del 1 de diciembre de 1936. En el cruce de las calles Consejo de Ciento con Villarroel, ante el edificio de la Soli. Encadenaron los pies y las manos de Sales a cuatro camiones. Acto seguido emprendieron la marcha, en direcciones distintas. Ramón Sale murió descuartizado.

Libro de Ramón Solsona
Libro de Ramón Solsonaarchivo

No todos los republicanos actuaron de la misma manera. Si bien es cierto que muchos de ellos cometieron auténticas crueldades, también es cierto que otros se abstuvieron de realizar dichas atrocidades. En un piso de Barcelona, un matrimonio escondía a una religiosa. En el piso superior vivía un miembro de la FAI. Desde el principio de la guerra supo que ese matrimonio tenía escondida una religiosa. Pues bien, en ningún momento fueron denunciados, pudiendo salvar la vida.

Ramón Solsona Cardona, colaborador de “El Correo Catalán” con el seudónimo de “Jordi de Cer”, escribió en el libro Mi ciudad y yo el siguiente testimonio: “Las crueldades, violencias y asesinatos iban prodigándose de una manera horripilante. Los Riu, los March, los Magrets, los Llacuneta y sus secuaces, sin ley y sin freno, eran los dueños absolutos de la ciudad (Igualada) y sus habitantes. Mataban por el sádico placer de matar, destruían por el gusto morboso de la destrucción... Eso sí, todo esto en nombre de la justicia del pueblo soberano, según ellos decían”.