Crítica de cine
Milana era un grajo
Dirección: Boudewijn Koole. Guión: B. Koole, Jolein Laarman. Intérpretes: Rick Lens, Loek Peters, Susan Radder, Cahit Ölmez, Ricky Koole. Holanda, 2012. Duración: 81 minutos. Drama.
Cuando tienes diez años y tu padre, que se llama Ronald, aunque sea holandés y tenga barriguita, casi siempre está ausente (mejor así, porque el carácter de este tipo meditabundo resulta insoportable, luego sabremos el motivo), cualquier compañía es buena, hasta la de un grajo que Jojo, interpretado por el debutante y sensible Rick Lens, encuentra a los pies de un árbol, lejos del nido, solo, hambriento, como él. El niño decide entonces adoptar al ave y darle los besos que él no recibe antes de dormir mientras aguarda el regreso de ella, la madre, una cantante de country en gira. Dice, repite Jojo a una amiga que explota un globo de chicle detrás de otro, aunque de vez en cuando el protagonista también estalla y golpea con rabia los armarios del colegio. Porque nunca llega. Lástima que el tono de este filme, de corte intimista sobre la pérdida, y una hermosa historia de amor y amistad gire incomprensiblemente de la inquietante incertidumbre, de la dureza inicial con que arranca (volcada, sobre todo, en las escenas que describen un agrio enfrentamiento entre Jojo y Ronald por un cumpleaños imposible) a otro más convencional y pasado de azúcar, incluido un final poco sorprendente aunque, al tiempo, forzado (esa radical y veloz transformación de Ronald nos resulta demasiado precipitada). Estos dos pobres y tiernos pajaritos merecían más.
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