Cultura

El Romea renueva la butaca vacía para romper la leyenda

El Ayuntamiento remodela el asiento del Teatro murciano para poner fin a la leyenda del fraile

La butaca que nunca se ocupa está forrada con terciopelo negro, para que destaque entre el resto granate
La butaca que nunca se ocupa está forrada con terciopelo negro, para que destaque entre el resto granateLa RazónLa Razón

Cuenta la leyenda que una maldición pesa sobre el Teatro Romea de Murcia, en el que un incendio arrasará el edificio un día en el que el aforo del teatro esté al completo, acabando con la vida de todos los que haya en su interior. De hecho, ese es el motivo por el que siempre se deja un asiento vacío para que no pueda llegar a producirse la tragedia. La leyenda del fraile cuenta que un dominico maldijo la construcción del teatro, enfadado por haberles quitado buena parte de su patrimonio.

Por ese motivo, el Ayuntamiento de Murcia decidió renovar la butaca que nunca se ocupa para evitar que el tercer incendio que vaticina la leyenda del fraile pueda producirse.

Desde la Concejalía de Cultura y Recuperación del Patrimonio se visitó la semana pasada el Teatro Romea donde se han llevado a cabo los trabajos de remodelación de la butaca del palco 10 de platea, ese que nunca se ocupa.

Ese asiento, actualmente, luce forrado con terciopelo negro para que destaque entre el resto de butacas de color granate.

«Se deja siempre libre de forma simbólica y nunca sale a la venta para no dar lugar a que pueda producirse ese tercer incendio», explicaron fuentes del Ayuntamiento.

El tercer incendio

Según cuenta la leyenda, a mediados del siglo XIX, Murcia reclamaba un teatro como los que se estaban poniendo de moda en ese tiempo, es decir, a la italiana o de media herradura.

El Ayuntamiento de la capital del Segura se benefició de las leyes que impulsara Mendizábal para el uso de terrenos y espacios que tenía la iglesia sin utilizar, y se propuso darles un destino concreto.

En la entonces llamada plaza del Esparto, a cuyo costado estaba la iglesia de Santo Domingo y la congregación monacal correspondiente, había metros suficientes para hacer un teatro por lo que tomaron terrenos para construir el que sería Teatro de los Infantes.

Ante tal expropiación, uno de los monjes vaticinó que el edificio se quemaría en tres ocasiones, y que la última sería la definitiva, ya que ese día el teatro debería estar totalmente lleno.

La leyenda sigue diciendo que las taquilleras tienen la orden de no vender al menos una entrada de la 777 existentes.

El primer incendio sucedió el 8 de febrero de 1877. Se contó con la suerte de que estuviera vacío, después de haber acogido esa noche la representación de «Cómo empieza y cómo acaba», de Echegaray.

Después de tres años de rehabilitación volvió a abrirse. El segundo incendio fue las seis de la tarde del 10 de diciembre de 1899, justo en el segundo acto de la primera zarzuela, cuando una chispa de un foco eléctrico prendió el decorado y se incendió. En esta ocasión sí murió un muchacho de 17 años. Desde entonces, se ha evitado llenar el teatro para que no se produjera esa tercera catástrofe.