José Luis Perales
José Luis Perales: “Los jóvenes de hoy no piensan que soy un hortera, ellos me redimen”
Tras anunciar su retirada de los escenarios pero no de la escritura de canciones y libros, publica un triple disco que hace balance: “Nunca he jugado a ser lo que no soy”.
A José Luis Perales se le puede definir de muchas maneras, pero ya lo hace él: "Soy un señor de Cuenca. Pero de la Alcarria pobre ¿eh?". A Perales le pega el otoño en el pueblo y las puertas para adentro. Por eso, y porque tampoco le dejaron molar, sus canciones, más de medio millar, se llevaban en secreto, en plan "que no sospeche que has llorado", porque suyos son muchos de los versos más tristes de la canción española. A Perales le hemos escuchado todos saliendo de altavoces o la memoria y así va a tener que seguir siendo porque ha anunciado una gira de retirada de los escenarios. A la vez, hábilmente, publica "Mirándote a los ojos", un triple disco de "Retratos, recuerdos y melodías perdidas" (Warner) que nos permite hablar del pasado con un hombre tierno y cercano, nada de intenso.
-Estamos tristes, ¿por qué se va?
-Pues no es triste. Uno tiene que retirarse cuando siente la necesidad de hacer otras cosas. Pensaba que me iba a jubilar a los 50 o 60 años, y me miro al espejo y tengo setenta y tantos ya. Llega un momento en que la edad influye en la decisión de hacer una vida más tranquila, aunque sin retirarme de la música. Voy a seguir escribiendo libros, componiendo canciones para la gente y haciendo mis discos, pero no seguiré en las giras largas ni conciertos ni estas cosas.
-Eso es otra cosa. Hay un matiz...
-Es que no podría prescindir de algo en la vida que me importa tanto que es hacer música. De hecho, tengo ya temas escritos para el próximo disco que haga y una novela que sale en marzo y otra para después. Las giras me ponen muy nervioso. He sido tremendamente tímido... o llámalo inseguridad. Vas al Carnegie Hall de Nueva York y te pesa mucho. Yo solo soy un chico de Cuenca.
-¿Esa es la peor parte del oficio?
-Para mí, sí. Creo que es el momento y no me da pena, no siento tristeza me voy a quitar una carga de responsabilidad de los escenarios y de los viajes también, porque las giras son terribles. Yo aguanto bien los viajes pero no los nervios. Antes fumaba una barbaridad. Mi pánico al escenario era grande y si lo vencí es porque la gente paga para verme y en América incluso compran las entradas de mis conciertos a plazos de un año. Eso te da el empuje para salir al final porque se lo merecen. Pero siempre me acuerdo de (Rafael) Trabucchelli que se empeñó en que tenía que cantar. Yo no quería, solo pensaba en escribir mis canciones a la sombra de una higuera en mi pueblo. Se las doy a otros que las hacen preciosas. Pero se empeñó en que cantase.
-Empezó escribiendo a la espalda de los curas.
-Cierto. Estuve en un colegio de salesianos. Y cuando vieron que era inevitable, que nos encantaban los Beatles y los Rolling Stones y que éramos cuatro o cinco elementos que nos inventamos un grupo y vieron nuestra pasión por la música y que había una ebullición de cosas, porque llevábamos vaqueros y el pelo a tazón como los Beatles... pues los curas, listos, y muy comprensivos con nuestras inquietudes nos llegaron a poner una sala de ensayos y nos compraron una batería. ¡Solo con "pelarnos" como los Beatles ya era un éxito!
¿Tuvo alguna vez un lado rebelde?
-No, yo era muy dócil. Ten en cuenta que para un chico de pueblo como yo, que venía de un lugar de 100 habitantes, llegar a una gran ciudad como Sevilla con mi habitación individual ya era como el paraíso. Yo fui "remero de la Plaza de España" y "el novio de una modistilla".
-Claro, como en la canción.
-es que sí, sí. Es de la canción el "Amigo" es una persona que ahora es ejecutivo de una compañía discográfica en Miami...
-Otro ejecutivo le convenció de quedarse ”¿Y cómo es él?”.
-Me pidieron una canción para Julio Iglesias y pensé que le quedaba que ni bordada, por el tono y el texto. El momento en que su mujer (Isabel Preysler) se había marchado para casarse con el Marqués de Griñón (Carlos Falcó), por lo que parecía que le iba perfecta, porque el tema habla de eso, de un hombre abandonado. Yo inventé algo, claro, porque o sabía de la vida de él ni su interioridad, y cuando la enseñé a mi compañía me dijeron que nada de eso, que la cantaba yo. Pero yo no sentía para nada esa canción, ¡y mucho menos mi mujer cuando se la puse! Me dijo: “A ver, ¿eso cómo se come? El tío ve a la señora cómo se arregla para irse con otro y le dice que se abrigue, que llueve. Y que lleve paraguas. ¿Eso tú lo harías?” Y yo: "no, eso jamás, ¡con lo machista que soy yo!..." (ríe). Le dije que no era para mí, pero a ella le turbaba mucho el tema de los vestidos grises, como los suyos... (ríe) y ese conflicto... Si le preguntas a Manuela (Vargas, su mujer) qué canción es la que menos le gusta de las mías, te dirá que esa. Y mira que le he hecho canciones a ella...
-¿Cuántas?
-Buff pues mira... Todas las canciones de amor más tiernas y más ciertas. En todas, es ella la que está ahí.
-Es que Perales nos deja a los hombres en un pésimo lugar. Nadie ama como Perales.
-Yo creo que sí, lo que pasa que no lo contáis. Pero a ver, las cosas son las mismas, solo depende de cómo las cuentes...
-Es que el amor es muy complicado.
-Mira, la cosa es la misma, solo que hay una forma muy bruta de contarla y otra más refinada, con sutilezas.
-Pero es que el suyo parece un amor sin fisuras, absoluto.
-Todos los amores tienen grietas, pero hay que levantarse y cerrarlas. Nadie es perfecto, pero hay que ser comprensivo y aguantar la compañía de alguien toda la vida no es fácil, tiene que haber un sentimiento muy fuerte. Creo que mi matrimonio ha sido muy feliz. Los dos peleamos, claro. Pero llegamos al acuerdo de que nos queremos.
-Usted es el artista con menos escándalos de la historia.
-Es que soy muy normal, simplemente tengo una gran vocación para la música y para la amistad, y para el arte y las cosas de la naturaleza y de mi huerto. Me apasionan las cosas de la vida.
-Tiene huerto.
-Tengo que ir a recoger los pimientos italianos que se me están pasando con los hielos y la calabaza que tengo que es así de grande. Y no sé si puedo con ella de lo grande que es... se me está pasando todo con el frío.
-Perales, esto es el antiglamour, no lo podemos contar en la entrevista.
-Pues no lo cuentes.
-Pero vamos a ver, que usted es lo que se dice un artista.
-Pues yo lo contaría, porque forma parte de mi historia. Ten en cuenta que ese sitio es el sitio de mi inspiración siempre para escribir. Es un huerto, una casa en el campo que no tiene ni luz eléctrica ni agua corriente.
-Anda ya.
-Que sí. Es que luego publican por ahí que tengo una finca que parece que es Falcon Crest y es una villa pequeñita que está al lado de mi pueblo y es una casita que me hice para ir a escribir nada más. Todas mis canciones están escritas en ese sitio.
-¿Todas?
-Las mías, las que he escrito para cantarlas yo. Fíjate, es diferente. Cuando he escrito para otros, me da igual que sea Madrid o Barcelona o un avión, porque hay una distancia. Pero cuando es para mí, canciones o una novela o algo, tengo que ir allí porque sale de aquí (se toca el pecho).
-Se conecta usted mejor así.
-Hay magia, me hace sentir bien. Yo digo que, cuando llego, las musas me están esperando en la puerta como el cuerpo de casa. Y me dicen al oído las cosas y las escribo. Es muy sorprendente. Alguno pensará que es una tontería, pero es real, me sucede desde siempre. Cuando empiezan las lluvias y se enciende la chimenea... me voy al refugio. En tiempos me fumaba tres paquetes mientras escribía yo solo, grabando en un cassette. Y después llegaba el juez.
-El juez.
-Manuela. Que es quien me pone los pies en la tierra. Que lo puedo hacer mejor. Es que no sabes qué carácter tiene.
-¿Y música no escucha?
-Pues no. Igual de otros, lo que ponen en la radio... o los discos que me envían. No me siento en casa a escuchar lo que cantan unos u otros. Al principio era para que nadie me influyera con su forma de escribir. A mí me marcó Aznavour de joven. Y cuando empecé a escribir tenía una vena francesa tan fuerte que me inventaba un idioma que sonaba a francés sin serlo. He conocido a Aznavour hace poco cuando vino a actuar y le dije: “Yo quería ser usted y me habría encantado que cantase alguna de mis canciones”. Y me dijo. “¡Pues no me enviaste ninguna!”. Pero es que yo me inventaba un francés de chiste y él se reía.
-Ahora que menciona a Aznavour, ¿es usted el último representante de una manera de hacer canciones?
-Yo diría que soy un conservador de la tradición de los 70 italiana y francesa. Esa música fue la que me impactó una barbaridad.
-Ya nadie hace esas canciones.
-Pues te lo agradezco mucho... la verdad es que yo me gusto bastante.
-¿Ah, si? Hay artistas que no escuchan sus propios discos.
-Pues peor para ellos. No saben lo que se pierden. Una política importante me dijo una vez en un programa en TV3 que, cuando era universitaria, hablar de Perales era como "bufff", porque no era moderno. Y añadió: "Han pasado 50 años y hoy te digo que todos te escuchábamos sin decirlo. Nadie decía conocerte, estaba como prohibido. Pero todos conocíamos tus canciones y nos encantaban".
-¿Por qué pasaba?
-Me verían antiguo. Me verían soso.
-¿Le molestaba?
-En su día, sí. Yo era más moderno que ellos, era envidia... ¡Es broma! Cuando te ponen una etiqueta de algo es muy difícil de quitar. Hacen falta muchos años y demostrar que no era eso. Yo sigo siendo el mismo.
-¿Y después?
-No es que me oigan de otra manera, es que hacen versiones de temas míos, como Elefantes. Pero también los que no son artistas, te oyen sin complejos porque lo que cuenta son las canciones. Los jóvenes de hoy no piensan que soy un hortera. Ellos me redimen de la mala imagen que me dieron los de mi generación.
-Pero a usted le gustaban los Beatles...
-Y no era inglés. Yo tengo una canción que se llama “El snob”, que dice: “¿Cuánto ganaría el pobre autor, si fuera inglés, y no español?”. Te invito a escuchar lo que yo me río del esnob.
-¿La escribió pensando en la gente que le despreciaba?
-Sí. Básicamente en los de las radios y en los modernos que se iban a Londres y era la presunción de una modernidad mal entendida. No es que fuera un bicho raro, yo hacía música y tocaba versiones de los Animals, ”La casa del sol naciente”... pero a la hora de componer no tenía la etiqueta de rockero ni jugué a serlo. Nunca he jugado a ser lo que no soy. Yo lo que quería escribir era mis sentimientos y las cosas de dentro que me sugerían las musas que esperaban en mi pueblo.
-Oiga, que se me acaba el tiempo y no le he preguntado por los políticos. ¿Nunca le han intentado captar para la causa?
-Pues mira, cuando llegó la Transición, diferentes partidos me llamaron para hacer un concierto en los mítines y a todos les dije que no. ¿Qué pasó? Que como me negué, no me llamaron para hacer conciertos en los pueblos. ¿Cómo lo ves?
-Una venganza.
-Pagué esa deuda y me encantó hacerlo, porque la libertad para mí no tiene precio. Y soy muy descarado para eso. O lo siento y lo hago, o de tripas corazón, no me sale. Por eso también me retiro un poco.
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