Industria discográfica
Rosalía, el año que se hizo una diosa
La artista española del año sin discusión cierra en casa un 2019 sin precedentes para una artista nacional y también el ciclo artístico de “El mal querer”
No hay discusión porque lo que ha logrado Rosalía en 2019 no tiene precedentes para un artista español. La catalana publicó «El mal querer» en España y comenzó a promocionarlo entre la Prensa doméstica sin saber lo que se le venía encima. La artista ya había anticipado en festivales a qué sonaba su nuevo trabajo, producido por El Guincho, que mezclaba el flamenco con el hip hop y la electrónica y algunos ya podían hablar de un álbum especial, como no se habían hecho antes en España, pero quedaba por conocerse la reacción del público. Lo que vendría después era difícilmente esperable y parece que ahora toca a su fin como ciclo artístico, aunque no sin hacer una parada de recapitulación en nuestro país: Barcelona (7 y 8 de diciembre) y Madrid (10). No quedan entradas para ninguna de sus noches en España.
Porque los hitos de Rosalía en 2019 no se escriben solo en España, donde, como es costumbre, el éxito se percibe con recelo, con envidia o con menosprecio. La repercusión nacional de la artista, la más escuchada del año según datos de Spotify se fue cimentando en cada uno de los «singles» del disco, aunque con especial impacto el «Malamente» y su proverbial «trá trá». No solo eso: su aparición en la entrega de los Goya llevando el «Me quedo contigo» de los Chunguitos a un plano jondo y espiritual con el Coro Joven del Orfeón Catalán fue la grieta que rompió la presa de las suspicacias, una mezcla de universos que ponían más contexto a las ideas de su álbum de estudio y a casi todo el mundo de acuerdo en que era una genialidad. Con inteligencia, Rosalía ha reinterpretado a Las Grecas y su «Te estoy amando locamente», sin miedo a interpretar su visión hasta en el mismísimo Coachella. Cuando parecía que le pillábamos el secreto de sus trucos, aquello de revisitar la rumba y el flamenco bastardo, la catalana cambió de registro: reguetones en «Con altura», con J Balvin y «Yo x Ti, Tu x Mi», con Ozuna y hasta una rumba en catalán, «Millonària», rompían la cintura a quienes ya pensaban haberlo visto todo de ella.
Unanimidad y omnipresencia
Sin embargo, la repercusión nacional no es lo que ha marcado el milagro de la artista. Portadas de revistas, presentaciones en grandes eventos, «likes» y «retweets» y otras carantoñas digitales de artistas de la primera liga comercial hicieron agotarse por el uso periodístico el sintagma «Rosalía, la primera artista española que...». Fue la primera en ganar dos Grammys (sin el apodo Latino) y acumula más de 20 millones de seguidores en todo el mundo. Ayer se conoció que el vídeo de «Con altura» ha sido el segundo clip musical más visto del mundo en este año y el primero en España. Las cifras de su caché, de sus ventas y de sus fans son todas millonarias. Pero quizá sea más relevante lo cualitativo si de lo que hablamos es de creación artística. «The New York Times», «The Guardian» y «Rolling Stone», quizás las publicaciones más influyentes en asuntos culturales, la incluyeron entre lo mejor de la temporada. «Pitchfork», la biblia de los enterados, le dio al álbum una puntuación de 8,8. Y así podríamos seguir hasta la unanimidad, justo la que no consigue su manicura, dicho sea de paso.
Pero no sólo de su disco se ha hablado. La catalana ha aparecido en la última película de Almodóvar, sacó su propia línea de ropa Inditex y acaba de poner su cara y su música en el calendario Pirelli. Ocupada por la estética, en «A palé», su último éxito, Rosalía decidió «afearse» voluntariamente con un entrecejo a lo Frida Kahlo y un aparato dental oscuro como llevan algunos cantantes de trap. Incluso se presentó con dos dientes de oro, con clara intención de horrorizar. En ese último tema, donde no hay rastro de flamenco ni del reguetón, la catalana volvía a su origen: «Chándal, sello, oro y mantilla» y «mi Kawasaki va por seguiriyas» remiten de forma automática al «Malamente», igual que los «palés» hablan de su lugar de nacimiento, un pueblo a un polígono pegado, Sant Esteve Sesroviras. Por cierto que esta omnipresencia, sin duda muy rentable en términos pecuniarios, ha hecho levantar algunas cejas de hartazgo y bufidos de sus no incondicionales. Recordemos que la catalana actuó en casi todos los grandes festivales de España: BBK, Mad Cool, Primavera Sound, Son Do Camiño, y hasta estaba anunciada en el malogrado Doctor Music. Algo parecido sucedió durante una temporada con las conversaciones, que, o bien la incluían a ella o bien a Vox. Ahora que lo mencionamos, en un gesto quizá algo a destiempo, tras los resultados electorales del pasado noviembre, en los que el partido de Santiago Abascal logró 52 diputados y 3,6 millones de votos, Rosalía tuiteó «Fuck Vox», abriendo un capítulo, el de las intervenciones políticas, que la catalana tenía inédito. Sin embargo, de sus ideas políticas o de su vida privada se sabe bien poco. Se conocen sus orígenes humildes, el apego a su núcleo familiar, formado por su madre y su hermana y sus inmaculadas costumbres: mil focos y cero escándalos, ni un traspiés saliendo de un hotel, ni un renuncia llegando al amanecer.
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