«Noches de vino y copas»: Moscones de bar

Quizá sea un espejismo, pero da la impresión de que el cine danés que nos llega a España se divide en dos grandes bloques: a/películas de Lars von Trier, o b/producciones de «qualité», académicas e impersonales. Si François Truffaut aún estuviera entre nosotros, tendría más de un motivo para reescribir «Una cierta tendencia del cine francés» cambiando el gentilicio. Si exceptuamos a su sempiterno «enfant terrible» –indirecto responsable, paradójicamente, de buena parte de la producción danesa, financiada por su paneuropea Zentropa–, el cine danés, sea histórico o tragicómico, está cortado por el mismo patrón.

Y «Noches de vino y copas», que podría hacernos pensar en las etílicas errancias de la vieja película que firmara José María Nunes, no resulta en este caso una excepción. En ella un tipo, enólogo y llorón, viaja con su hijo adolescente hasta la lejana Buenos Aires para firmar los papeles del divorcio, pero su plan secreto no es otro que tratar de recuperar a su mujer, que está a punto de casarse con un futbolista. En definitiva, es el cuento de siempre: los del Norte descubren la pasión del Sur, la calidez de sus patios y el sexo de sus doncellas, para encontrar la verdad sobre sí mismos en la barra de un bar, defendiendo a sus seres queridos como peces fuera del agua.