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Nos vamos de vacaciones más tranquilos

La Razón
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Un mensajero sube en el mismo ascensor que yo. En la camiseta lleva estampado: «Todo lo que pueda salir bien, saldrá bien».

Me llevo un alegrón y cuando llegamos a la emisora a la que vamos los dos, le digo que se dé la vuelta para que la recepcionista lo vea. Y ella se ríe. Y no sé por qué, cuando luego me dice «¡buen fin de semana!», me parece que el mensajero ha tenido su parte en la sonrisa.

Además, hay buenas noticias. Eso no quiere decir que todo esté arreglado, pero cuando hay buenas noticias, hay que decirlo, porque son tan verdad como las malas y no vaya a ser que, poco a poco, nos lo pasemos bien hablando únicamente de lo mal que está todo y diciendo que, para cuando se arreglen las cosas, no quedaremos ninguno vivo.

Buenas noticias:

1. Que el paro ha bajado.

2. Que el consumidor español va recobrando su confianza en la recuperación.

3. Que en la Conferencia para la Promoción del Empleo Juvenil se ha acordado darnos euros.

4. Que Mario Draghi, en un alarde, ha dicho que está dispuesto a mantener, o incluso bajar, el tipo de interés. Y por mucho tiempo. Todo el que haga falta.

5. Y que esa decisión, el Banco Central Europeo (BCE) la ha tomado por unanimidad, o sea, que el Bundesbank, o sea, mi amiga Merkel, está de acuerdo. Y si ella está de acuerdo, la cosa va en serio.

6. Que, ya lanzado, Draghi dice que igual les cobra intereses a los bancos por permitirles guardar el dinero en una hucha que tiene el BCE y que se llama «facilidad de depósito». Todo con la sana intención de que los bancos se animen a sacar el dinero y que empiece eso que se llama «fluir el crédito», que, como hace tiempo que no fluye, a mucha gente se le ha olvidado lo que quiere decir.

Cuando me preguntan si se empieza a ver la luz al final del túnel, contesto que estamos en el muy buen camino. Se lo dije ayer a una enfermera mientras me ponía una inyección de una vitamina de la que parece que ando flojillo. Y esta mañana, a un taxista que me ha llevado a la Cope. Y luego, al camarero del bar Stop. O sea, que me lo creo. Me lo creo porque cuando un país se lo toma en serio, los demás se dan cuenta y se toman en serio a ese país.

Y nos lo hemos tomado en serio. Obligados por la señora Merkel, ya lo sé, pero no me importa.

Ahora sólo falta que no nos lo creamos. Y que nos demos cuenta de que hay que seguir. Seguir quiere decir:

1. Que el déficit (gastos menos ingresos) de 2011, que era de 91.000 millones de euros, hoy es de 70.000. (Eso explica nuestros agobios.)

2. Pero que hay que llegar a 27.000 en el año 2016, lo cual quiere decir que habrá algún agobio más. Y alguna exigencia más a nuestros gobernantes para que gasten el poco dinero que tienen en cosas fundamentales y no en tonterías. Que de éstas hay muchas.

3. Que habrá que racionalizar la gestión pública. No digo «adelgazar». Digo «racionalizar», o sea, utilizar la razón.

4. Que hay que acabar de sanear los bancos. Ufff...

5. Que hay que seguir ayudando a las empresas, para que sea animen a contratar personas.

A mí me parece que esto es optimismo. Saber dónde estamos, lo que hemos hecho y lo que falta por hacer. Ahora, sólo falta que Mariano se asome a la tele en este mes de julio y de una manera distendida, sin papeles, nos lo diga.

Y nos iremos de vacaciones más tranquilos.