Crítica de cine

Nostalgia de aquellos chapines

Dirección: Sam Raimi. Guión: M. Kapner, D. Lindsay-Abaire . Intérpretes: James Franco, Rachel Weisz, Mila Kunis, Michelle Williams. Estados Unidos. 2012. Duración: 130 minutos. Aventuras.

La Razón
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Hay algo de candor inmortal, de nostalgia y triste peterpanismo en aquella hermosa película que Cur- tiz dirigió allá por 1939. Un año para siempre de Hollywood: «Lo que el viento se llevó», «La diligencia», «Cumbres borrascosas», «Las cuatro plumas», «Caballero sin espada»... Todas se estrenaron durante esos meses. Y la primera visita a Oz, claro, con Judy Garland encorsetada desde el vientre hasta los pechos porque ya era una adolescente y tenía curvas, pero necesitaba aquel papel más que nada en la vida. Por suerte, la gran pantalla jamás muestra lo que no mira la cámara, los días sin comer para no ganar un solo gramo, los tejemanejes financieros, el mercadeo de favores... En el fondo blanco sólo vemos a la ingenua y valiente Dorita, a un perrito que parece un poco pulgoso y a tres personajes en busca de corazón, de valor y cerebro. Ella sólo quiere estar otra vez en casa, dónde mejor, dice, con razón. El regreso, aun cuando hablemos de una especie de precuela rara, a Oz podía resultar muy peligroso, algo que supo intuir Sam Raimi, un director amante del gore, gran cinéfilo un tanto friki en sus inicios que, quizá por ello, ha querido respetar el clásico, dejarlo a un lado, y, paradójicamente, engrandecerlo todavía más, porque ese filme es del todo irrepetible, y lo sabía. Un excelente 3D arropa la historia que protagoniza un mago tramposo (interpretado por James Franco, aunque absolutamente «vampirizado» por el gran Johnny Depp) que, de bote pronto, se ve trasportado a una tierra bella y extraña, peligrosa y encantadora, atestada de brujas buenas, de brujas malas (qué estupenda actriz es siempre Rachel Weisz), de personajes estrafalarios que no saben qué significa la maldad y para quienes, pobres, el timador ha venido de otro mundo con el fin de librarlos de unas pérfidas señoras. Hay alguna que otra sorpresa, abundantes efectos especiales, algunos, deslumbrantes, mucho dinero invertido, y no menos trucos, que hablamos de embaucadores. El nuevo trabajo de Raimi se trata, en fin, de un producto digno aunque dure dos horas largas sólo porque le ha dado la gana, colorista, vistoso, un poco arrítmico también, pero que, sobre todo, consigue que añoremos de nuevo las aventuras de aquella niñita crecida de chapines colorados que no cejó hasta regresar. Y es que, por suerte o desgracia, casi todos terminamos volviendo.