Crítica de cine
Nostalgia «vintage»
Dirección : Bryan Singer. Guión: Darren Lemke, Christopher McQuarrie y Dan Studney. Intérpretes: Nicholas Hoult, Eleanor Tomlinson, Ewan McGregor. EE UU, 2013. Duración: 114 min. Aventuras.
En tiempos de revisiones posmodernas que pretenden trasplantar sin éxito la médula ósea de los cuentos de hadas, podría resultar refrescante que Bryan Singer optara por el neoclasicismo, por contar «Jack y las judías mágicas» como si de un padre, nostálgico pero con juguetes digitales, se tratara. Tal vez como espectador adolescente del cine de los ochenta, Singer tuviera «La princesa prometida» en la cabeza, aunque uno de los peores defectos de su película es que vende una heroína de acción que no existe como tal, y que su nostalgia «vintage» no tarda en ser apagada por los excesos de la «performance capture». Por mucho que la primera parte del filme evoque la candidez de las fábulas ilustradas de nuestra infancia –con esa lentitud algo tediosa que imponen las piezas de bibliófilo– muy pronto los gigantes, criaturas demasiado oscuras para satisfacer a todos los públicos, se transforman en simples remedos de los orcos imaginados por Peter Jackson.
No falta nada: el rey, el traidor, el conflicto entre el cielo y la tierra, el héroe a su pesar y su reflejo femenino, la princesa soñadora que quiere coger las riendas de su propio destino. Sin embargo, cuando llega la hora de la verdad, Isabelle (la debutante Eleanor Tomlinson) sólo funciona como comparsa de Jack (el insípido Nicholas Hoult), cuya blanca ingenuidad desentona con lo siniestro del conjunto.
Tampoco cuaja la pareja de villanos (Stanley Tucci y Ewen Bremner), practicantes de un humor negro sin dianas. Y a la diferencia de escalas entre los sucios monstruos celestes y los seres humanos se le saca poco partido, exceptuando los colaterales apuntes caníbales y la escena de la cocina, con el digno caballero artúrico interpretado por Ewan McGregor como primer plato. Al final, da la impresión de que la película es un satélite en la órbita de «El señor de los anillos», con la diferencia de que no tiene muy claro a qué público va dirigida, si al infantil (que sufrirá de lo lindo con los gigantes) o al preadolescente (que echará de menos, todo hay que decirlo la tensión sexual de la saga «Crepúsculo»).
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