Opinión
Una frivolidad
El sábado noche estaba haciendo un repaso por las distintas cadenas televisivas. No encontraba nada que me hiciera especialmente feliz. Iba a elegir un vídeo cuando de pronto aparece Ágata Ruiz de la Prada con Jorge Javier Vazquez en «Sálvame deluxe». Me enganché inmediatamente. Ágata, que tiene todo para haber sido una brillante señora de la sociedad, sin ninguna otra obligación, decidió que quería ser igualmente brillante y divertida pero desde el trabajo y la creación. Así, con apenas veinte años se enroló con el modisto Pepe Rubio, etiquetado en su momento de rupturista, y yo añadiría que alocadamente rupturista para la época ya que estamos hablando de hace cuarenta años. Recuerdo un vestuario que Rubio diseñó para una revista musical que protagonizó Maruja Díaz, donde la mano de la joven colaboradora ya apuntaba maneras de lo que posteriormente, ya como Ágata Ruiz de la Prada, sería su camino. Como en el Tenorio, no ha respetado ni sagrado ni seglar en el diseño. Desde trajes de novias a coches. Creo que sólo le falta diseñar preservativos o dentaduras postizas. En el citado programa dio una lección de cómo se puede entretener en horario de máxima audiencia. De forma deliciosa, con una clase desenfadada, se notaba que Jorge Javier y sus colaboradores estaban como en una especie de lago azul, pasándolo de cine, pero de cine bueno. Recuerdo momentos brillantísimos como aquel en el que Jorge le pregunta si tiene novio, amante o pareja. Después de un año divorciada, ella, en plan alta comedia, le contesta que no. Que de momento se conforma con amigos para bailar. Jorge insiste: «Pero si te entran ganas de alegrarte el cuerpo...». Ella con el mismo estilo le espeta: « Yo soy una mujer con muy buena educación y esas prisas y esos vicios son cosas de la gente de ‘Sálvame’». Hay otra genial, a la pregunta de si en su casa habían estado en cenas algunos que han terminado en la cárcel. Ella, sin inmutarse, contestó: «Muchos. A mi casa ha venido mucho sinvergüeza». De esta delicia se pasó a María Lapiedra y sus cochinadas. No estaba el cuerpo para pasar de la inteligente frivolidad al porno duro.
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