Opinión
Más allá del horizonte
Los marinos conocemos por experiencia, hasta donde alcanza la vista, la distancia a la que se encuentra el horizonte. Pero también sabemos que ello depende del lugar desde donde observemos el panorama. Desde el puente puedo –por ejemplo– avistar otro barco a unas diez millas; el radar de mi buque, con una antena instalada mucho más arriba, lo puede detectar más lejos, pongamos que a unas quince millas; y si mi helicóptero esta en vuelo y a buena altura, puedo llegar a treinta.
El horizonte del político se mide por tiempos entre elecciones. No hay que culparles mucho pues la primera regla de la vida –y de la selva– es la supervivencia. Si logra vislumbrar lo que hay mas allá, es que no es un político sino un estadista. Pero estos son escasos. Los marinos a los que se encarga planear el futuro de la Fuerza –cuya existencia y eficacia es la razón de ser de la Armada– calculan el tiempo de otra manera. Los periodos de definición, aprobación y construcción/obtención de buques y aeronaves pueden alcanzar decenas de años, eso sin contar los intervalos a la espera de la correspondiente autorización a nivel gubernamental. La aportación más valiosa que la Armada hace a la estrategia conjunta española es la capacidad de proyectar el poder naval sobre tierra en un ámbito litoral que actualmente tiene numerosas modalidades que van más allá del asalto anfibio clásico. Su núcleo es, naturalmente, los buques anfibios y una fuerza de desembarco especializada, de Infantería de Marina, íntimamente unida y apoyada por los primeros. Tanto como aportación a la OTAN, como si algún dia la UE se dota de un brazo militar para actuar por ejemplo en África ¿quizás en el Sahel? o bien atendiendo a necesidades operativas puramente nacionales, esta capacidad puede ser extremadamente valiosa y por lo tanto valorada. Probablemente la capacidad de proyectar fuerza –y apoyarla– desde la mar necesitara de la contribución de los otros dos Ejércitos nacionales o bien de nuestros aliados y tiene unas limitaciones en el tiempo de duración del despliegue que hay que aceptar. Pero es una gran baza expedicionaria. Tenemos tres buques anfibios, pero solo uno de ellos con capacidad para los aviones de ataque al suelo, los Harrier AV-8B plus. El LHD «Juan Carlos I» es ese único buque capaz de apoyar con aviación a los Infantes que despleguemos en la zona litoral. Quizás otra aviación basada en tierra o embarcada en portaviones aliados –que no abundan– podría ayudar en determinados escenarios pero no me gustaría a mí, cuando este en una situación apurada en tierra, tener que depender de otras prioridades con tiempos de respuesta prolongados para recibir ese imprescindible apoyo aéreo cercano. En aquellos periodos que el «Juan Carlos I» no esté disponible, acabaran mojados. Los Harrier se pueden estirar hasta el 2030 –ahí está su horizonte– aunque la Marina Militar Italiana y los «marines» norteamericanos los están sustituyendo ya por el único avión de despegue corto y toma vertical que hay en el mercado: el F-35B norteamericano. Hasta el 2030 hay pues tiempo para seguir con los AV-8B, pero la limitación del único LHD -no siempre disponible y con tres cometidos potenciales alternativos y distintos al de portaviones- está ya presente. A su intuición dejo el siguiente acertijo: 1=0 f(t). Las Fuerzas armadas españolas han pasado unos diez años de descapitalización terribles, con presupuestos que cada año eran menores. La Armada tuvo que dar de baja prematuramente a su único portaeronaves puro, el «Príncipe de Asturias». Los otros Ejércitos tuvieron también que realizar sacrificios dolorosos. Fueron largos años dedicados a salvar lo que se pudiera esperando que mejorase la situación económica nacional. Y parece por declaraciones que hace nuestra Ministra de Defensa que eso está a punto de suceder. La Armada espera pronto la orden de ejecución de las largamente solicitadas cinco Fragatas clase F-110 que sustituirán a las seis veteranas «Santa María». Estas fragatas suministran la imprescindible protección militar a la proyección del poder naval sobre tierra ahora que los conflictos clásicos vuelven a ser considerados como posibles. La mejor manera de evitarlos sigue siendo la disuasión. Además, las fragatas sirven también para una infinidad de misiones diferentes, vamos que suelen ser el comodín cuando enfrente hay alguna clase de oposición. El Presidente Trump nos ha explicado a los europeos que el apoyo OTAN –en el que hemos descansado hasta ahora- es condicional y que hay que invertir más en defenderse. La verdad es la verdad la diga Trump o su porquero. Pero por lo que hay que invertir más ahora es para lograr -a nivel europeo- una autonomía estratégica que nos dé un cierto grado de libertad para elegir. Vamos hacia un mundo multipolar e incierto donde los europeos podemos acabar de moneda de cambio si no nos ponemos las pilas. Gracias pues por esas imprescindibles F-110 pero hay que señalar que otro LHD «Juan Carlos I» y la sustitución de los Harrier serán imprescindibles para que en el futuro la Armada siga aportando a la estrategia conjunta su más valiosa capacidad tanto en los escenarios OTAN y UE, como en los puramente nacionales que se vayan presentando en ese futuro incierto que se avecina. No estoy sugiriendo firmar en este momento nuevas órdenes de ejecución o contratos sino promulgar una Ley de financiación que cubra a medio plazo –más allá pues del horizonte político actual- estas y otras inversiones fundamentales. Con suerte pueda que surja un estadista que asi lo comprenda y logre explicárselo a los ciudadanos y sobre todo al Ministro de Hacienda.
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