Opinión

El criado del verdugo

Hay algo más repugnante que el trabajo del verdugo: la cobarde labor del criado del verdugo.

Y en esa tarea, hay una región de España llamada País Vasco donde abundan los especialistas. De todo origen y condición, incluyendo curas, obispos, maestros, periodistas, alcaldes y diputados. El espectáculo de este domingo en Andoaín, donde recibieron con danzas y banderas –incluida una estelada– a dos asesinos etarras, demuestra hasta qué punto la sociedad vasca está moralmente enferma. No porque hubiera dos centenares de babosos aplaudiendo a los chivatos que en 2003 marcaron para la muerte a Joseba Pagazaurtundua, exjefe de la policía local del municipio, sino porque enfrente, con la foto del asesinado, sólo protestaban a pie firme seis dirigentes del PP. No he echado en falta a los del PNV, que llevan medio siglo acunando a los matarifes y han tejido su rentable entramado a la sombra de ETA. Tampoco a los de Podemos, porque no hace tanto que Pablo Iglesias se felicitó por la salida de la cárcel de Otegi y dijo que sin el miserable no sería posible la paz.

Por quienes pregunto es por los del PSOE, partido del que era militante el asesinado, que sacó 1.887 votos en Andoaín en las elecciones y tiene cinco concejales en el Ayuntamiento, al que Maite, eurodiputada y hermana de Pagaza, pidió sin éxito que impidiera semejante aquelarre de «desmemoria y desvergüenza». Supongo que los socialistas, con Pedro Sánchez a la cabeza, andaban ocupados planeando cómo desenterrar a Franco, hacerle la puñeta a Guindos y mantener en manos de los independentistas la educación en Cataluña. Así les va. El mantra de los progres es que es necesario pasar página, mirar hacia el futuro y confiar en la Justicia. Pues hablando de lo último, ya estoy echando en falta a fiscales y jueces, porque por mucho que se haya agilipollado este país, no puede ser legal enaltecer en la vía pública a dos canallas, que sólo han pagado seis años de cárcel por su fechoría.

Es evidente que para buena parte de los habitantes del País Vasco, aturdidos por la mezcla de fanatismo y estupidez, secuestrar, torturar y participar en atentados, es un buen currículum, pero la sociedad española no puede seguir permitiendo el escarnio de las víctimas del terrorismo.