Opinión
Haciendo memoria
Jorge Verstrynge , que ya no sabe cómo llamar la atención, ha asegurado en el programa de Ferreras de La Sexta que Cataluña está como Polonia cuando fue ocupada por los nazis. Este personaje es curioso. De nazis sabe mucho, porque lo fue. Evolucionó y engatusó a Fraga Iribarne, que se dejaba engatusar por personas rarísimas. Y se convirtió en la sombra del fundador de Alianza Popular. Fue candidato al Ayuntamiento de Madrid por AP, y Tierno Galván le barrió sin mover un dedo. Fue en aquella campaña tan divertida con el Viejo Profesor marcándose un chotis con Flor Mukubi, Miss Guinea Ecuatorial. «Don Enrique se menea/ con la niña de Guinea;/ suavemente toquetea/ su culito respingón./ Y la nena, que es muy sosa,/ y altamente pudorosa,/ le susurra candorosa:/ “¡Don Enrique, “ujté é un sobón!”». Diputado por AP, decidió ser tránsfuga y pasar al Grupo Mixto. Apenas nos conocíamos y me invitó a comer al restaurante «Ma Mounia» en la calle de Recoletos. Un cuscús. No me gustaba nada Verstrynge y me horrorizaba el cuscús. Soy alérgico al cordero. Le di mi opinión: «Lo justo y caballeroso es que renuncies al escaño. Eres diputado gracias a Alianza Popular, porque tú en solitario no hubieras conseguido ni mil votos». No lo hizo. Me anunció su intención de unirse a Adolfo Suárez. Me temo que Adolfo Suárez, que era más listo que Fraga, no se dejó convencer.
Transcurridos algunos meses, fuimos invitados unos pocos matrimonios a cenar a casa de Lourdes y Mario Conde, en la calle Triana. Antonio e Isabel Mingote, José María y Adela Stampa, Jaime y Conchita Campmany, y Pilar y el que firma. Nos sorprendió, al llegar a la casa de los Conde, la presencia de una quinta pareja invitada. Jorge Verstrynge y su entonces mujer, María Vidaurreta.
Durante la cena, Verstrynge desglosó a trompicones, y confundiendo las zetas con las eses, los rasgos fundamentales del partido político que se disponía a fundar... con el dinero de Mario Conde. Un partido liberal y europeo con amplio contenido social. Entre todos, nos cargamos el proyecto aquella misma noche, y le ahorramos a Mario Conde, que ya asomaba la cabeza en el mundo de la política, cincuenta millones de pesetas, que era la cantidad acordada para financiar el nacimiento del partiducho de Verstrynge. Hasta Antonio Mingote, siempre moderado y medido, le afeó a Mario Conde que nos hubiera invitado a semejante encerrona: –Este tío te va a timar–.
Verstrynge y María Vidaurreta estaban consternados porque Conde, después del repaso que experimentó su candidato, se lo pensó mejor y reculó. Fue la última vez que vi al extraño y extravagante polítólogo. Fracasado el «Plan Conde», suplicó a Alfonso Guerra ser aceptado en el PSOE, y Alfonso Guerra se lo contaba a todo bicho viviente, divertidísimo. Ignoro si al final fue admitido en el Partido socialista, detalle que carece de relevancia.
Asesor de Chaves y de Maduro y ahora podemita desbordado. A su lado, Emilio Romero, el mítico Director del diario Pueblo y gran conspirador político durante el franquismo, fue un inocente parvulillo. Jaime Campmany le dedicó un soneto, cuyos tercetos molestaron sobremanera al periodísta de Arévalo: «Conservador tenaz, progre fecundo,/anteayer liberal, hoy socialista;/ mañana, reaccionario en un momento./ Emilio, cuando dejes este mundo,/ no habrá perdido España un periodista./ ¡España habrá perdido un Parlamento!».
Con una diferencia. Romero era cáustico, inteligente, irónico, sabio, adulador y viperino. «Yo no me vendo; me alquilo». Y ni de conservador, progre, liberal, socialista y reaccionario, dijo majaderías. El problema de Verstrynge no es la incoherencia. Es la memez.
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