Opinión

Los cantamañanas

Todo se ha hecho tan superficial y va tan rápido que cuesta fijarse en lo esencial. Los periodistas tenemos una enorme responsabilidad en la trivialización del debate social, pero no somos los únicos culpables.

En esta verbena, participan por acción u omisión intelectuales, profesores, artistas y sobre todo políticos.

No sé si se han percatado de que hemos dejado de hablar de Venezuela y del espanto que los amigos de Podemos gestionan allí. De los dineros que los chavistas dieron a Monedero, para que montase aquí una franquicia, no se ha vuelto a escuchar palabra.

No hay medicinas ni comida, torturan a los opositores presos, los estudiantes huyen en masa y los boliburgueses del régimen se lo llevan crudo, pero en los medios de comunicación españoles parece de mal gusto recordar el apoyo que Garzón y nuestros progres dieron y siguen dando a los verdugos.

Salta aisladamente una noticia o un reportero hace una incursión puntual en el desastre, pero poco más.

Y lo mismo ocurre con el terrorismo islámico. Ha pasado más de medio año desde que un fanático musulmán recorriera en furgoneta 530 metros por Las Ramblas dejando 15 muertos y 130 heridos.

¿Se ha vuelto a poner sobre la mesa que el Ayuntamiento de «Nada» Colau se opuso a colocar bolardos en Barcelona alegando que coartan la libertad del viandante? ¿O que alguien le haya echado en cara a Pablo Iglesias que los ayatolás que ahorcan homosexuales en las grúas le pagaban hasta el teléfono móvil? Es tan chocante como curioso que en un país donde hay partidos que montan excursiones al Valle de los Caídos, para exigir que se dinamite una cruz levantada hace más de 60 años, en el que se le quita a Antonio López, marqués de Comillas, la estatua que la ciudad le dedicó en 1844 y se cambian nombres de calles más viejas que el arroz con leche, sea «pesado», «inapropiado» o «reiterativo» traer a colación que varios de los cantamañanas que cobran opíparamente del erario público y pretenden gobernarnos, aplaudían los escraches, se emocionaban viendo cómo los manifestantes propinaban palizas a un policía y alababan a los terroristas de ETA. Esta bula que se otorga a los que apuestan contra España, sigue siendo para mí el gran misterio del periodismo nacional.

Esta bula que se otorga a los que apuestan contra España, sigue siendo para mi el gran misterio del periodismo nacional.