Opinión

El marqués de Comillas

Francisco «Pancho» Bru, el que fuese cuñado de Antonio López, publicó en 1885 «La verdadera vida de Antonio López y López», un panfleto revanchista escrito justo dos años después de fallecer el empresario cántabro y tras la inauguración en Barcelona de un monumento dedicado a su persona. Un libro lleno de odio y de venganza, el vómito de un perdedor hacia un prohombre triunfador escrito para chantajear al heredero, Claudio López Bru, exigiéndole dinero a cambio de no publicarlo. De las acusaciones de Pancho sobre el carácter de don Antonio, surgió la leyenda negra del marqués de Comillas, la de un explotador negrero. La falsa acusación ha servido, 130 años después del libelo, para que el Ayuntamiento populista de Ada Colau retirase del espacio público el monumento, el nombre de la plaza y mancillase el honor de un patricio. Sin embargo, el primer libro que publicó el ínclito Pancho sobre sus desavenencias con don Antonio López, fue escrito en 1857 bajo el título de «Fortunas improvisadas», libelo que publicó tras estallar un conflicto por la disputa de la herencia al morir el suegro del marqués y padre del acusador. En sus páginas no hay ninguna acusación sobre el origen de la fortuna familiar y los supuestos negocios en la trata de negros, y se circunscribe en un ataque personal sobre la administración de la fortuna. Y fue, una vez muerto su acérrimo enemigo, cuando lanzó las infundadas falsedades sobre el origen de la fortuna con la trata humana. Pancho aprovechó este cambio de escenario para acusar a López de negrero, de su brutalidad con los esclavos, afirmando que el origen real de la fortuna de Antonio López era el comercio al por mayor de «carne humana». Rápidamente se olvida que el marqués creó en Barcelona miles de empleos desde sus empresas (Trasatlántica, Crédito Mercantil, Banco Hispano Colonial, Arsenal Civil, Tabacos de Filipinas, Cía. de Seguros Vitalicio...), fue el mecenas de la cultura y la «Renaixença» catalana, patrocinó a Verdaguer, encargó obras fundamentales a Martorell, Domènech i Montaner, Mestres, Llimona, los hermanos Vallmitjana y Gaudí y transformó la ciudad condal al promover la reforma de la Via Laietana y el proyecto de la Exposición Universal. Nadie, excepto Pancho, dudó de la honorabilidad de Antonio López. Hace unos días el gobierno de Colau retiró la estatua de Antonio López, imitando lo sucedido en 1936, cuando unos milicianos pusieron a la estatua de bronce una soga al cuello y la derribaron tirando de ella con un vehículo, repuesta en 1944 con una reproducción de Frederic Marés. El marqués de Comillas perdió el relato con la eliminación de su estatua, mientras perdemos el turismo, las empresas y el prestigio. Barcelona debe ganar al nacionalismo populista que destruye nuestra convivencia en junio del 2019.