Opinión

Pensionistas, mujeres y urnas

Probablemente les sonará el dato de que, el de los pensionistas supone el más fiel colectivo de electores con que cuenta el partido del Gobierno y puede sin embargo que no les resulte tan familiar el hecho de que las mujeres –véase el dato de las últimas elecciones generales– también eligen al Partido Popular como primera opción por encima del PSOE y Ciudadanos. Tal vez por ello, con la experiencia del 8-M y habiendo cuajado la movilización de los pensionistas en la calle, los partidos han echado mano del GPS rastreador de votos.

La lucha contra la desigualdad de género y el aldabonazo de los jubilados son hoy los argumentos que engrasan –y de qué manera– a un año para las elecciones municipales y autonómicas toda maquinaria electoral que se precie.

En estas pues nos encontramos, con los ecos del grito feminista del pasado jueves y en el arranque de una semana que llevará al presidente Rajoy al Congreso para debatir monográficamente sobre las pensiones con guinda final en la manifestación convocada para el próximo sábado. Y es aquí donde vuelven a plantearse preguntas que no por recurrentes son menos lógicas a propósito de la manera con que el partido del gobierno diligencia cuestiones en las que, aún siendo pionero acaba mostrándose alejado de la vanguardia no sólo ante lo políticamente correcto sino ante las demandas reales de la calle.

La ausencia de un mensaje claro y meridano antes y después del 8-M reflejada en las dispares declaraciones de relevantes dirigentes del partido del Gobierno –añadiré que no exentas en algún caso de tufos sucesorios– viene a evidenciar un doble lastre casi secular en el Partido Popular como es la incapacidad, tanto para percibir que conviene contar hasta diez antes de embarcarse en según qué batallas –caso del recurso contra matrimonios del mismo sexo– como para poner rúbrica y marchamo a exigencias sociales cuyas soluciones esta formación supo captar desde hace años conectando transversalmente con el sentir de la España real.

El aumento de sueldo a funcionarios o el acuerdo por la equiparación de emolumentos entre cuerpos policiales, por no hablar de las medidas en pos de la igualdad y lucha contra violencia de género llevan la marca de un gobierno con raquíticos apoyos tachado además de tancredista y que ve para más colmo como la patente moral acaba en manos de los adversarios políticos.

Ergo, no estaría de más que alguien en Moncloa o Génova-13 reparase en la importancia de eso que se conoce como conectar con la calle, no despistar a la parroquia y unificar mensajes.

Por cierto, ¿es Feijóo quien se ha quitado el peto y calienta en la banda?