Opinión

Tierra de sangre

La madre de Gabriel ya ha empezado a enjuagarnos las heridas, con esa grandeza de prevenirnos contra el odio, pero va a hacer falta mucho bien para borrar la maldad sembrada en Cabo de Gata. La Cañada de la Soledad, por ejemplo, el escenario del crimen, uno de los lugares más amplios y hermosos, donde una cuesta flanqueada de eucaliptos se derrama de repente en cascada sobre el mar Mediterráneo, en el Mirador de las Amatistas. ¿Cómo haremos para pasear por allí, camino de la Peña Negra, sin que nos duela la tierra manchada de sangre de Gabriel? Era una tierra santa, cuajada del sudor de los mineros de Rodalquilar que extrajeron mineral aquí hasta los años 60 del siglo XX. Y el de los que recogían esparto bajo el sol inclemente. Y el de los que labraban rodeados de viento.

En Las Negras, la purísima aldea marinera será memoria de batidas inútiles y mentiras, porque Ana Julia, la novia del padre, dejó allí un falso señuelo, la camiseta del niño, y nos ilusionó con una pista errada que nos hizo albergar esperanzas de espejismo solar. Cuando la Virgencita recorra en andas la playa, en su fiesta de agosto, llevará un escapulario con un Pescaíto.

El año pasado yo hice un pregón alegre, el que esta vez suba al escenario no tiene fácil tarea.

En Rodalquilar estará quizá la peor parte, porque la abuela Carmen no levanta cabeza, aunque el cura Antonio Manzano le ha dicho que lo que más le gustaba a Jesús es que los niños se acercasen a él. Allí quedan las lágrimas de la familia y el susto de los nietos de Rosa, que tantas veces jugaron con Gabriel y a los que ha habido que contarles cosas impropias de su edad, horribles cuentos de Barba Azul verdaderos.

Hasta los contenedores de Retamar se han vestido de impotencia, porque ocultaban la ropita infantil del niño, en lugar de la basura para reciclar. ¡Cuánto hemos repetido que necesitábamos más contenedores, que no son suficientes! ¿Quién querrá ahora más monumentos a la desgracia?

Cuando Aldous Huxley pasó por el Cabo se quedó aturdido por el aire furioso y el sol despiadado, pero compuso un soneto hermoso, porque sabía que estaba ante un paisaje imponente. Y era bonito desgranar los misterios de este lugar único, donde el desierto y el mar se dan la mano y una chumbera o un palmito se convierten en vergel. Ahora esta tierra es un Vía Crucis de estaciones terribles: la del secuestro en Hortichuelas; el crimen en Rodalquilar; el expolio en Retamar, la mentira en Las Negras. Que la Virgen del Mar nos ayude.