Opinión

Una alianza de casualidad

Un país donde algunos aborígenes practicaban el canibalismo, hoy supuestamente desaparecido, donde la malaria está extendida como la gripe en España y donde, aunque te apellides Rockefeller, el cocodrilo te come. Un paraíso en el que no sabes qué te deparará el destino porque no hay ninguna organización que te respalde, pero que aún conserva los lugares inéditos para el hombre blanco que Carmen Martínez-Bordiu quería explorar desde hace décadas. El 25 de febrero llegó el día de hacerlo junto a un matrimonio de amigos cántabros y su pareja, un australiano residente en Madrid. Ella, que ha recorrido el mundo varias veces, jamás había vivido una experiencia semejante: «Este viaje nos unirá para siempre», afirma. Tanto es así que nunca antes había sentido la necesidad de escribir un cuaderno de viaje. Quiso la casualidad que el mismo día que Carmen llegaba a Madrid después de su viaje de tres semanas nos encontrásemos viendo la ropa de las hermanas leonesas Yowe. «Tengo jet lag y prefiero hacer vida normal», me dijo antes de relatarme, fascinada, su aventura. Allí supe de la existencia de cientos de fotos hechas con sus dos móviles y del cuaderno rojo de ochentapáginas que relataba un viaje increíble, el más alejado al que uno imagina, si no la conoce, que podría hacer Carmen Martínez-Bordiu. Cocoteros había, pero el resort con spa en Papúa Nueva Guinea es un espejismo, lo más parecido que encontraron fueron las chozas de caña de las casas de los espíritus donde Carmen se ahumaba para combatir las picaduras de mosquitos.