Opinión

La izquierda catalana

En Catalunya la izquierda asumió en los años 30 una deriva nacionalista, poco compatible con el internacionalismo, aplicando el ideario de Stalin sobre la llamada «cuestión nacional», dónde establecieron el vínculo de la lengua catalana como bandera indisoluble con la lucha de clases. El PSUC (fusión de Unió Socialista, la federación del PSOE, Partit Proletari y el Partit Comunista), lideró las proclamas nacionalistas y la autodeterminación, pero no la independencia. En los años 60 el PSUC se posicionó como referente antifranquista en los barrios populares, en la Universidad y en la enseñanza, en los medios profesionales e intelectuales, bajo la idea de «son catalanes los que viven y trabajan en Catalunya», asumiendo un falso bilingüismo, pero en realidad priorizaron el catalán siempre que era posible, bajo el ideario de «Un sol poble», concepto supremacista que sería posteriormente liderado por el PSC con el establecimiento de la democracia. En 1982, el historiador Josep Termes, dirigente del PSUC, dijo en una conferencia auspiciada por la Generalitat de Pujol: «Con la inmigración, Cataluña ha escogido un camino de no retorno. No hay otra salida que la lucha por la integración de ésta... y se combate por la integración y la supervivencia de una Cataluña nacional, o se forma parte del ejército imperial de ocupación». El nacionalismo es una ideología del siglo XIX basada en el resentimiento y en los peores vicios de la condición humana, Oriol Junqueras, líder preso de la nueva izquierda catalana, ya proclamaba que «los catalanes tenemos más proximidad genética con los franceses que con los españoles». El concejal de ERC en Vic, Josep Lluís García Domingo afirmó que «hay pruebas genéticas de que España es filofascista». Carme Forcadell consideraba que «los catalanes de PP y Cs no son parte del pueblo catalán» y el director de informativos de TV3, David Bassa, afirmó en una conferencia que «en el XVIII los catalanes soñaban con coger a un castellano vivo, desollarlo, arrancarle el corazón y cwomérselo». Racismo, xenofobia y supremacismo de difícil aceptación con los principios democráticos que pregonan las izquierdas. Contra una idea de España, siempre asociado a la derecha y al franquismo, por el relato impuesto, la izquierda catalana ha subordinando la internacionalización de la lucha de clases al discurso supremacista, basando su estrategia en la insolidaridad y la promoción del eslogan «Espanya ens roba», ignorando que el déficit de Cataluña con el resto de España no es de 16.000 millones, sino que gira en torno a 2.400 millones anuales. Mientras la fuga de empresas se incrementa y Cataluña se dirige hacia el desastre económico, la izquierda catalana renuncia a defender los intereses de la clase trabajadora para seguir subordinada a una burguesía corrupta. Alguien debería empezar a construir un nuevo relato de España desde la izquierda catalana.