Opinión

El atropello

Un atropello mortal en Arizona ha movido el debate mundial sobre el automóvil robotizado. Al suceso se le ha dado la importancia de una escena con doble de acción a sueldo de google: una incidencia. Los difuntos aguantan lo que se les endose. Históricamente, los accidentes han sido un motivo para la industria y para los perfumes del marketing. En 1865, el Parlamento británico aprobó la Red Flag Act que limitaba la velocidad del «locomotor de carretera» a 2 millas por hora en la ciudad y a 4 en espacios abiertos y exigía que un asistente a pie estuviera sesenta yardas por delante con una bandera roja (si era de día) y una linterna (por la noche). Como los «superpronosticadores» han impuesto su ley, con este contratiempo mortal se ha pasado de anunciar una inminente era de coches robot, a desecharla... durante los próximos cinco minutos. El coche de motor se ha burlado de sus obituarios desde que, exagerando, Leonardo Da Vinci dibujara primitivos ingenios motorizados. Para saber de su historia expansiva es recomendable echar un vistazo a «La cultura del automóvil» (James Flink, 1975). El coche ha dibujado las nuevas megalópolis, allá donde el peatón es un bípedo descarriado. Qué siglo será este que el caminar es actividad de forajidos. En Estados Unidos, en 1927 había un coche con motor por cada 5,3 habitantes; en los 50, uno para cada 2,27; entre 1970 y 1990, uno para 1,7; en 2020....Sabiendo de su expansión, es mejor no pronosticar sobre la evolución del automóvil-robot. El Gobierno español vaticinó en 2009 que en diez años habría un millón de coches eléctricos en el país. Al parecer nadie lo ha visto.