Opinión

Goicoechea y de Pedro

El suyo ha sido un largo viaje. Largo, pero a ninguna parte. Ayer fueron detenidos por la Policía Nacional acusados de un presunto delito de encubrimiento. A mediodía y en el aeropuerto de El Prat, Xavier Goicoechea Fernández a donde acababa de llegar procedente de Bruselas. Un cuarto de hora después, en las inmediaciones de su domicilio, Carlos de Pedro López. Eran los dos mossos que acompañaron al ex president Puigdemont.

Aunque su viaje terminó hace unos días en una gasolinera alemana a 30 kilómetros de Dinamarca, el periplo había comenzado unos días antes. Goicoechea, destinado en el departamento de escoltas, y Carlos de Pedro en el de Seguridad Ciudadana, habían pedido unos días libres para asuntos personales, días que aprovecharon para trasladarse a Bruselas y colaborar con el fugado Puigdemont. No era una trabajo menor. Tuvieron que recorrer 1.600 kilómetros en un Renault Espace desde Waterloo para recoger en Suecia al ex President y dos acompañantes, que habían abandonado Finlandia por mar para burlar su orden de detención. El regreso fueron otros 1.600 kilómetros, aunque no para todos. Puigdemont no lo acabó, aunque sí sus acompañantes Josep María Matamala y Josep Lluís Alay, por cierto, también acusados de encubrimiento. Naturalmente Goicoechea y de Pedro pueden disfrutar de sus días libres como estimen conveniente, siempre que se los den, claro está. Pero algo olía a podrido en las inmediaciones de Dinamarca con este nuevo affaire de dos mossos, que se sumaba a otras tantas acciones de este cuerpo investigadas por el Supremo y la Audiencia Nacional.

Cuando conozcamos todo lo ocurrido durante este tiempo con los mossos seguramente nos avergonzaremos. No es una cuestión menor que el magistrado Llarena haya acusado a Puigdemont de corrupción para acelerar la entrega desde Alemania. Tampoco será el único.