Opinión

Las dos Reinas

Cachis en la mar... el rifirrafe entre suegra y nuera es un clásico, lástima que hubiese cámaras. Son dos mujeres demasiado inteligentes y conscientes como para no lamentar ahora lo ocurrido el domingo, a saber, haber transparentado debilidad. Porque pedirles que no tengan flaquezas es directamente una insensatez. Una de las más graves servidumbres de la Corona es la filmación al milímetro de los gestos públicos, todos los días de la vida, con actos familiares constantes destinados a proporcionar entidad humana a la Jefatura del Estado.

Que levante la mano quien no haya protagonizado algún feo en público y no se haya arrepentido dos segundos más tarde, al ver la sonrisa perversa de la cuñada. Hasta en los más refinados círculos he visto a un marido reprender sutilmente a su mujer, o viceversa. ¿Acaso no ha trascendido algún enfado entre los Reyes eméritos? Y, sin embargo, la escasez de momentos así pone de relieve el enorme esfuerzo y control que sobre sí mismos ejercen los miembros de la Monarquía. Luego están la picaresca y el cotilleo, claro. No se habla de otra cosa. Al personal le solaza saber que los Reyes son como todos, profesionales, pero humanos. Y están los malos, claro. Los que se alegran de jalear dos bandos, para que nuera y suegra parezcan cabeza de sendos partidos. Que si una es controladora y altiva, que si la otra es una víctima preterida, que si la niña está mal educada. ¿Cómo va a ser mal educada una cría que permanece impertérrita y sonriente durante horas, que domina el lenguaje corporal con diez años, que obedece siempre? Me imagino a mí misma a esa edad, lanzando pelotillas de papel a mi hermana con el canuto de un boli o descolgando la mandíbula en un bostezo.

El aspecto humano del poder siempre ha ejercido fascinación. Ahí quedan los folletines sobre Napoleón y Josefina; los escándalos de los césares y sus señoras; las desavenencias de Isabel II y Francisco de Asís. Lo ocurrido en la Pascua en Mallorca tiene hasta gracia, porque demuestra que las personas somos capaces de pelearnos por una foto. La madre no quería, de acuerdo, pero ¿por qué se empeñó la abuela? Nunca pasaremos de sospecharlo. La vida seguirá y seguirán enfurruñadas –o no–. Don Juan Carlos y Don Felipe mediarán –o no–. Habrá paz familiar –o no–. Pero no lo sabremos, gracias al esfuerzo y el trabajo diario de todos ellos. A mí lo que me fastidia no son estas chiquillerías, sino Carles Puigdemont poniendo verde al Rey por defender nuestras leyes. Ese sí que estará contento con el jaleo, porque detesta la Corona que le hace frente y cree que lo humano podrá con lo institucional.