Opinión
Chantajes varios
Los Presupuestos Generales del Estado son la política por excelencia, con lo que su dudosa moralidad no debería extrañar a nadie.
Un aspecto de la misma son los chantajes perpetrados en su torno.
Así sucede con el PNV (Partido Nacionalista Vasco), que condiciona su apoyo a la supresión de las medidas adoptadas en Cataluña al amparo del artículo 155 de la Constitución.
Éste, sin embargo, es sólo un episodio más de una antigua, repetida y pesada historia de coacciones, en donde grupos, en ocasiones, ridículamente minoritarios obtienen suculentas tajadas del dinero de todos los ciudadanos a cambio de su voto favorable en las cámaras.
También procuran obtener beneficios los que votan en contra, como el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), que está empleando las cuentas del Estado para acumular capital político, es decir, lo mismo que los demás, mintiendo con descaro.
Sólo así se entiende que Pedro Sánchez haya asegurado seriamente que no puede apoyar los Presupuestos porque el Gobierno se «plantea un horizonte presupuestario en el que el Estado social cada vez es más mínimo».
Sánchez sabe que miente, porque los capítulos más importantes del gasto social, incluyendo la educación, la sanidad y las pensiones, todos suben por encima del 3%.
Por lo que han anunciado los socialistas, su estrategia en el debate que nos ocupa, oscilará entre la impostura, los cantos de sirena y los trucos de magia.
En efecto, pretenderán ser serios y comprometidos con la causa, y propondrán reducir la deuda y cumplir con el déficit; y al mismo tiempo, aconsejarán «una política expansiva de nuestro gasto productivo y del Estado del Bienestar».
Obviamente, mientras la aritmética no sea abolida o derogada, no habrá forma de pagar esto sin subir los impuestos a los ciudadanos de este país.
Y aquí el grupo socialista recurrirá a la magia «robinhoodiana» y dirán que la fiesta y el despilfarro se pagarán usurpando sólo los bienes de los ricos y poderosos de este país, con lo que los trabajadores no tienen nada que temer ni que perder.
Todo el éxito electoral de la izquierda descansa sobre la probabilidad de que mucha gente se crea este fabuloso camelo.
El chantaje propuesto, por supuesto, incluye al propio Gobierno, que procura atender por interés electoral a grandes «colectivos», los mismos con los que coquetea la izquierda de Sánchez.
Pero con más comodidad, considerando que la subida de la previsión del crecimiento del PIB al 2,7 % podía quedarse, como suele suceder en las fases alcistas del ciclo, corta, y el paro caer por debajo del 14 % de la población activa el año próximo.
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