Opinión

El fin de la unipolaridad

La caída de la Unión Soviética en la última década del siglo y la ausencia de grandes potencias impulsó en algunos geo-estrategas la idea de que el establecimiento de un sistema unipolar de poder era imparable. Las consecuencias fueron rotundas. En primer lugar, se incumplieron las promesas formuladas a Gorbachov y la NATO se extendió hasta las mismas fronteras de Rusia. En paralelo, se instigó la subversión hasta que Rusia perdió casi el treinta por ciento de su territorio en favor de la creación de naciones artificiales como Ucrania. En segundo lugar, se procedió a invasiones que, en teoría, iban a traer la democracia y la paz y a afianzar el flujo de petróleo y la seguridad de Israel. La realidad, sin embargo, es que de ellas surgieron guerras inacabadas como las de Afganistán e Irak. Finalmente, se produjo una cadena ininterrumpida de intervenciones internas como las elecciones rusas que llevaron a Yeltsin al poder, las primaveras árabes o las revoluciones de colores. Con el corazón en la mano, no se puede decir que las décadas de unipolaridad hayan traído un mundo feliz o sólo más seguro. Esa unipolaridad ha terminado. Estados Unidos sigue siendo la primera potencia militar, pero el mundo ha dejado de ser unipolar. Hace unos días, Rusia expulsó a docenas de diplomáticos extranjeros – incluidos dos españoles – en respuesta directa a las naciones que decidieron respaldar a la señora May. Rusia no puede competir militarmente con Estados Unidos, pero la época de ser el que recibe las bofetadas sin responder indudablemente ha concluido. Desde hace años, es sabido que Putin devolverá los golpes sean cuáles sean. La era de la violación de Rusia presidida por Yeltsin pasó a la Historia. Pero aún más importante es la actitud de China. Aspirante nada oculta a la hegemonía mundial en el plazo de tres décadas, China ha respondido a Trump con una subida de aranceles chinos que sacuden la economía de Estados Unidos. Tampoco China va a recibir sumisamente golpe alguno. Por el contrario, los devolverá con rapidez y contundencia mientras detenta un porcentaje nada pequeño de la deuda pública de Estados Unidos. El mundo ya no es unipolar y conviene recordarlo, por ejemplo, a los que sueñan con invadir Irán. Si esa transformación internacional va a ser positiva o sólo implicará un empeoramiento de la unipolaridad es algo que únicamente sabe Dios.