Opinión

Jafre

El pasado sábado santo, 30 de marzo, un grupo numeroso de catalanes libres de nacionalismo nos manifestamos en silencio por las angostas calles de la localidad gerundense de Jafre. Bajo la atenta mirada de los vecinos camuflados tras las cortinas de sus casas, y seguidos de cerca por un nutrido grupo de simpáticos miembros de los CDR, imitación pueblerina de los estalinistas CDR cubanos, se paseaban en compacto grupo, exhibiendo la superioridad moral que les otorga su supremacismo redentor. Ajenos a las provocaciones, los manifestantes andamos rodeados de una inquisitorial escenografía de banderas separatistas, carteles y lazos amarillos amenazantes. A pesar de la hostilidad del ambiente todo se desarrolló sin mayores incidentes, respondiendo a la llamada de un grupo de periodistas que se querían manifestar por la libertad.

El motivo de la concentración era mostrar nuestra solidaridad con Albert Boadella, residente en Jafre y objeto de una campaña de inquina y persecución por parte de los nacionalistas de la zona, al que Boadella, por circunstancias obvias les cae mal. Acosado, vejado, vilipendiado, perseguido, insultado, talado sus árboles y pintada su casa con frases de dudoso gusto, Boadella es un notorio desafecto del régimen pujolista y por ello anatemizado por los medios de comunicación catalanes a sueldo del sistema. Boadella, exiliado en Madrid, mantiene su casa en el pueblo en que nacieron y crecieron sus hijos.

Jafre es una villa medieval pequeña y acogedora, y cuyo personaje histórico más conocido fue Aleix de Marimon-Jafre i de Comallonga, un militar y funcionario real al servicio de la corona española, que gozó del título de «Señor de Jafre i Palol y caballero de Sant Jaume», famoso por abanderar la cruzada contra los moriscos.

Pero además Jafre tiene la particularidad de destacar por dos hechos históricos de reconocida transcendencia. La primera es que tuvo el alcalde franquista reconvertido en nacionalista que más años ejerció el cargo de primer munícipe en Catalunya, sin interrupción desde 1960 hasta 2007, en total 47 años en la que el pueblo votó de forma masiva al cacique local. Una vez instaurada la democracia, como la mayor parte de los propietarios rurales que dominan las zonas del interior catalán, se camuflaron detrás de las siglas de «Convergencia», consiguiendo mayorías electorales aplastantes. Jafre siempre fue un pueblo muy de derechas, hasta que alguien desde TV3 les dijo que debían ser de izquierdas, revolucionarios y antisistema.

La segunda es que el en las votaciones del 1 de octubre, el famoso referéndum por la independencia organizado por la Generalitat en el 2017, votó la friolera cifra del 107%. Jafre ha conseguido ser el pueblo más fiel a la república catalana de ciencia ficción que se inventó Mas y sus secuaces. Jafre se liberó del yugo español, y por eso deben expulsar a Boadella.

Jafre, a veces, rima con cafre.