Opinión

Sindicatos traidores

Tal vez alguien pensó alguna vez que los sindicatos y las fuerzas de la llamada izquierda del siglo XX, que ya es arqueología melancólica, un título falso de máster marxista, se desvivían por abanderar la causa de los parias de la tierra. Luego resultó que engordaban sus propios culos con langostinos de los ERE, despidos al calor de la reforma laboral de la que abominan, gastos putos con las tarjetas black y unos cuantos eslóganes con los que todo el mundo está de acuerdo, hasta esa derecha acomplejada no vaya a ser que la acusen no sólo de propiciar sino de desear el mal de los pobres. UGT y CCOO deberían manifestarse por los años perdidos, los recortes de la Generalitat, el dinero que se malversaba mientras estallaban las listas de espera. Eso lo dejan para abofetear cuando toque a Rajoy. Ahora se unen sin embargo a los que defienden el golpismo independentista porque sin ellos ya no serían nada, unas organizaciones fantasma que deambulan entre revolucionarios pijos con tal merma de afiliados que peligra su propio banquete. El sistema judicial que ponen en jaque en esta suicida partida de ajedrez ha librado a algunos de los suyos de la cárcel donde de no haber tantas garantías estarían recordando el dinero que perdieron que daba para asar a una vaca. Menos defender realmente a los trabajadores, a esos que en Cataluña por ejemplo viven amedrentados por la dictadura del «procés», los sindicatos se apuntan a cualquier bombardeo mediático mientras reciben vergonzosas subvenciones del Estado a costa de mi IRPF. Merecen una casilla como la Iglesia. Que el pueblo elija si quiere dar su dinero a unos traidores.