Opinión
De Sagasta a Cánovas
Hay una desigualdad abismal en el trato que Ciudadanos está dando a la cuestión de los ERE en Andalucía y a la de Cristina Cifuentes en Madrid. Tanto, que coloca la acción de Ciudadanos en una dimensión puramente partidista, algo legítimo, claro está, pero poco compatible con el muy publicitado puritanismo ejemplarizante de la formación.
En realidad, esa diferencia está entre los datos que permiten afirmar que en Andalucía están fraguando las condiciones para que el actual apoyo de Cs al Gobierno socialista se transforme, después de las elecciones autonómicas, en una coalición de gobierno social- ciudadana. Eso le permitiría a los socialistas apartar la hipoteca, cada vez más gravosa, de Podemos, le proporcionaría margen de maniobra ideológico, lejos de radicalismos infantiles, y tal vez contribuiría a reconciliar a las dos almas del PSOE al facilitar una posterior coalición Cs-PSOE en La Moncloa.
Para Ciudadanos, el paso sería arriesgado ya que está recibiendo, al menos en la intención de voto, el respaldo de los desengañados con el Partido Popular y, en general, con el «bipartidismo». Por los dos flancos se le abriría una vía de agua, que podría ser compensada por esa nueva situación de centro puro, radical. Tendría menos deudas con la derecha del PP y se encaramaría triunfante al podio de los partidos de gobierno, no como una organización bisagra, sino como uno más en la mesa de los mayores, metáfora predilecta de Aznar, bien aprendida por Rivera.
Los problemas vendrán después. Habrá llegado la hora de gobernar con los socialistas, que poco tienen que ver con esa socialdemocracia abandonada por Ciudadanos para abrazar el ideario liberal –liberal-progresista, claro está–. Y abandonado el juego táctico de ultimátums, desmarques y posicionamientos, tendrán que articular políticas que mantengan el rumbo de la economía allí donde la habría dejado el gobierno de Rajoy, es decir poniendo en marcha nuevas reformas e impidiendo la revocación de las que tan buen resultado han dado en estos años. Si consigue esto, Rivera habrá logrado lo que no pudieron hacer ni Aznar ni Rajoy. Más que Sagasta, será el nuevo Cánovas de la situación.
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