Opinión

Barcelona, capital de España

La posibilidad de que Manuel Valls pueda encabezar una candidatura transversal para optar a la alcaldía de Barcelona ha generado dos reacciones opuestas. Por un lado, el entusiasmo de una ciudadanía hastiada con un proceso que ha perjudicado la marca «Barcelona». Por otra, la del nacional populismo, representado en Catalunya por lo peor de cada casa, emprendiendo la táctica habitual del insulto y la descalificación, destacando entre ellos el «bon vivant» exalcalde Xavier Trías, que vomitó el calificativo habitual de «facha».

La ciudad de Barcelona fue fundada por los romanos a fines del siglo I a.C., sobre un asentamiento ibérico anterior (Barke-no), la Iulia Augusta Paterna Faventia Barcino, establecida alrededor del mons Taber, en la actual plaza Sant Jaume. En el siglo II fue amurallada y tuvo una época de gran prosperidad, si bien la capital de la provincia romana fue Tarraco, la actual Tarragona (la primera capital de España), y principal baluarte del sentimiento más hispano en la desnortada Catalunya. En el año 415 Barcelona fue conquistada por Ataulfo, estableciendo en ella la capital del reino visigodo, que pronto sería trasladada a Toledo. Por tanto, Barcelona bien puede presumir de haber sido la segunda capital de España, y como capital de Catalunya, su principal embajadora cultural.

Barcelona ha sido hasta el inicio del fatídico «procés» la ciudad más vanguardista de España, con un reconocido modelo empresarial dinámico y una actitud emprendedora y cívica, con indudables activos en el comercio, la moda, la edición, el turismo y la cultura, pero que se ven amenazados con la ruina, provocando la huida de miles de empresas, por un proceso secesionista basado en la propaganda y el adoctrinamiento, poniendo en riesgo el futuro de nuestra ciudad.

Barcelona ha sido la puerta de entrada de la cultura europea y el desarrollo industrial y económico durante los pasados dos siglos y arrastró el resto de España a una economía moderna. Cataluña ha sido el motor y fábrica de España durante los años 60 y 70. Por su tradición financiera, bien se hubiera merecido la capitalidad financiera de España, como lo es Nueva York en USA (siendo Washington la capital) o Milán en Italia (Roma); o bien la capital de la industria farmacéutica con la llegada de la «Agencia Europea del medicamento» que el proceso ahuyentó, la del I+D+I en el mundo aeronáutico o de la biotecnología. Oportunidades perdidas por un proceso rupturista que nos lleva a la ruina.

Tal vez Valls se presente para ser alcalde de Barcelona y genere la ilusión de un proyecto de ciudad que todos deseamos y necesitamos. Lo que es seguro, es que, si Colau o los partidos separatistas ganan, Barcelona nunca más podrá aspirar a liderar nada. Y los catalanes aspiramos más que nunca a que Barcelona sea de nuevo, la capital de España.