Opinión

A bordo del Titanic

En una semana, la vida. España, en manos de los herederos del carlismo y la ultraderecha, o sea, los independentistas. Aquellos que favorecieron la gestación de uno los países más descentralizados del mundo tras renunciar al golpismo en el 78 como Michael Corleone a Satanás en el bautismo del hijo de Connie. España, en manos de unos tíos que tienen de presidente autonómico a un completo racista. España, cautiva de un PP que abandonó toda esperanza para responder al golpe de Estado en Cataluña tras su negativa a asumir responsabilidades políticas por los escándalos. No ahora, sino hace un lustro. Cuando parecía posible reconstruir la legitimidad desarbolada y ante la inminencia de lo que vendría. España, en el potro de tortura de un PSOE ventajista, que sostiene al mismo gobierno vasco que pacta con el brazo político de ETA un nuevo estatuto que antóloga la revisión del plan Ibarretxe.

Un PSOE que habría comprometido quién sabe qué con los independentistas; esos que, por boca del portavoz Carles Campuzano, sostienen que «en Catalunya no hay fractura social». Un PSOE que aceptaría los presupuestos que ayer odiaba. Un PSOE comatoso. Al que solo parecen espolear los afanes cesaristas del candidato y su incomprensible desprecio por las monumentales caídas de sus rivales, de la dacha en Galapagar y el referéndum kitsch a Marta Sánchez en el papel de improbable Marianne pasada por Operación Triunfo. Con un gobierno vasco donde el PNV, alias Qué hay de lo mío, igual pacta los presupuestos por responsabilidad, y 500 millones, que te clava la lanza en el costado por responsabilidad, y 500 millones. Con un partido, Ciudadanos, que a ratos confunde el interés general con las predicciones y a ratos se antoja la última baliza previa al naufragio.

Con una izquierda trash, Podemos, que no ceja en su obsesión por quemar la vieja foto de Carrillo con Fraga en el Club siglo XXI. En una semana, la evidencia de que más allá de las contingencias propias de cualquier democracia, corrupción y causas judiciales incluidas, buena parte de la oposición camina con quienes desean triturar la igualdad de derechos de los ciudadanos. Resta una clase política ignorante de cualquier rudimento de patriotismo constitucional. Y Rajoy sin dimitir. Aunque fuera por denunciar la apuesta suicida de quienes gobernarán España junto a los herederos de Franjo Tudman.