Opinión
Contra Rajoy se vivía mejor
Pues ya se siente por quienes en número respetable han venido viviendo mejor «contra Rajoy». Va a ser que no tenía intención alguna de encaramarse a toda costa al poder en su partido y mucho menos de pretender secuestrar a la formación política en la que ha ocupado cargos durante décadas para aspirar por pura ambición personal a un posible nuevo intento de asalto a La Moncloa. No se ha hecho un «yo sigo» a lo Joe Rígoli, qué le vamos a hacer. Lo de dar la espantada o «hacerse un Almunia» está muy bien cuando lo que se pretende es pasar la patata caliente a quienes vienen detrás o sencillamente responde a un «bajón» del momento motivado por un duro varapalo político, pero cuando se trata de mantener –por no mucho tiempo para que nadie se inquiete– la clave de bóveda de una organización hasta que sea convenientemente reemplazada por otra simplemente para evitar riesgos e improvisaciones, lo coherente es enfilar el camino del ex presidente del Gobierno anunciado ayer mismo ante el comité ejecutivo popular y en «abierto» para los medios de comunicación que algunos seguirán llamando «plasma». El PP ha protagonizado con Rajoy al frente una de las etapas más brillantes en lo relativo a la labor de gobierno, sobre todo en terreno económico y siempre será opinable el papel jugado ante el desafío independentista catalán porque ningún gobierno anterior había tenido que lidiar con un miura de esa envergadura, pero ha sido el «fuego propio», el de antiguos y poco deseables compañeros de viaje en la «Gürtel» el que ha propiciado la operación parlamentaria que le desalojaba de La Moncloa y son precisamente los casos aún pendientes de sentencia firme los que, entre otros motivos aconsejan una nueva dirección libre de relaciones con el pasado y dispuesta a dar, desde la travesía del desierto de la oposición, la batalla por poner al PP en el lugar que le corresponde como partido con vocación de gobierno y liberado de los muy manifiestos síntomas de aluminosis.
Rajoy sabe mejor que nadie cómo se hace oposición –ya ayer lanzó la primera tarjeta de visita al Gobierno de Sanchez– pero esa experiencia también va a pesar a la hora de disputarle a Cs –Rivera igualmente tuvo lo suyo en el discurso del ex presidente– la hegemonía del centro-derecha en una batalla que dejará a las cuitas entre Podemos y PSOE a cuenta del «sorpasso» a la altura de una riña de colegio. El zafarrancho de combate parlamentario habrá de ir paralelo a la preparación del tránsito ordenado, porque de ello depende nada menos que llegar con nuevo e ilusionante líder y en las mejores condiciones al rubicón de las elecciones municipales y autonómicas. Ahora lo que se abre –eso sí inevitable– es el melón sucesorio y aquí llegarán las inevitables comparativas con los procesos de PSOE o Podemos tal vez queriendo ignorar que primarias no es igual a sublimación de la democracia. Pero da igual; tampoco se recordará que un tal Hernández Mancha ya compitió con un tal Herrero de Miñón por el liderazgo de este partido, mientras en el de enfrente la frase que sonaba era «quien se mueva no sale en la foto».
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