Opinión

La hora torrante

El racista Torra está entre los que se han ofrecido a acoger a los inmigrantes del «Aquarius». Hemos comprendido lo que esconde el inconsciente mientras el señor Torra se levanta, desayuna, va al baño, esas rutinas que convierten al humano en una unidad de orden en lo universal. Es lo que ocurre cuando nos enteramos de que alguien que no parecía un «chico normal» se adentra en las callejuelas oscuras de las almas. Torra parece un hombre gris, esos de los que la literatura se apiada, pero en vez de Mr Hide saca a pasear a Mr Proper para que le limpie la imagen. Más de 600 inmigrantes subsaharianos son bienvenidos pero el ADN catalán difiere tanto del resto de los españoles que es mejor evitar mezclarse con ellos, por si una sífilis mental revienta las neuronas del infectado. Más de 600 españoles a la deriva en el Mediterráneo serían una anécdota para lo más parecido a Salvini que repta por la península ibérica. La hora chanante convirtiose en la torrante. Ves a ciertos políticos, como al alcalde de Valencia, sobreactuando con el asunto de la acogida y la primera reacción es desentrañar cómo ciertos cafres se hacen fotos con pancartas mientras que los que están por llegar se hacinan a la espera de una botella de agua.

Las buenas intenciones no arreglan el mundo, de acuerdo, pero que estos hombres se comporten como si fueran un palo selfie, es la mayor prueba de que sólo son capaces de mirarse el ombligo y besarse ante el espejo. Ahora se quieren mucho porque han descubierto que son «buenas personas» y eso reconforta el ego hasta el límite de explicar la existencia misma. No son amebas, sino personas, y además pueden gritárselo al mundo. No es necesario recordar las parrafadas de Torra, ni las distinciones que pretende hacer el nuevo estatuto vasco entre los pelotaris pata negra y el resto de los vecinos que si nos animásemos a vivir allí seríamos visitantes. Urkullu, sin embargo, también se pone a disposición del Gobierno para quedarse un 10% de los que vienen. ¿Y por qué no un 20%? ¿Por qué no todos? Al cabo, se ha llevado una tajada especial del melón de los presupuestos. Tiene dinero fresco para repartir. Desconozco si los Torra y los Urkullu de toda la vida tienen un pasado esclavista, como acusaron a Antonio López, cuya estatua retiró Colau sin más pruebas que las que ella misma acepta como una peliculera medium que visita el más allá. Ahora son ellos los cautivos del mal, redimidos por la sensibilidad llorona. ¿Abjurará Torra de Salvini, el mejor aliado del independentismo? Frío, frío.