Opinión
No disparen al ministro
La cacería ha llegado al momento «La escopeta nacional», una parodia de proporciones austrohúngaras, que había preparado la oposición antes de asaltar el Gobierno y que ahora le pilla en el sillón del poder como en un vodevil al estilo de las matrimoniadas, uno entra por una puerta y otro sale por otra con la música de Benny Hill de fondo. El Gobierno está probando el brebaje que el populismo salvaje, a diestra y siniestra, viene recetando desde hace varios años y del que él mismo se valió para desalojar por la vía urgente al Partido Popular de la Moncloa. Ocurre que lo que empezó siendo grave ahora resuena a comedia.
Es el momento de decir que el rey está desnudo y que las grandes parrafadas sobre la corrupción ahora resuenan ridículas, como cuando un gran hombre o una gran mujer (pongamos un Papa o una Reina) tropiezan en una escalera y se despojan de toda solemnidad. A cada rato se pide la dimisión de un ministro, uno porque defraudó, otro porque sigue imputado, otro porque habló de más sobre los animales. Un disparate. Pero un disparate merecido. Llegó la sobreactuación a tal destino que sólo los payasos podrían mejorarla. Tenía razón Iglesias cuando decía que a Sánchez le espera un calvario. Pero será más al estilo de los Monty Python. Con silbido final.
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