Opinión

Las vips de los 80 pisan con fuerza

No fue celestial resurrección de la carne. Pero lo pareció. Llevábamos años sin ver reunido a un grupo tan selecto de mujeres, reivindicando su historia, aunque la ofensiva fuera tan exótica como entronizar y exaltar las virtudes del sushi. Tiene categoría de plato. Bien lo reconocía Kokoro Gastro, murciano, ganador en-
tre nueve sushimanes de esta consagración gastronómica que hizo mover esqueleto, y lo que les cuelga, porque la edad no perdona, a mujeres claves en la España post franquista. Había para todos: desde la exquisita Teñu de Hohenlohe, Belinda Washington, Marina Castaño o Elena Tablada, cogiendo con gracia los apetitosos bocaditos, hasta María Ángeles Grajal, gran cardióloga, a quien los estirones faciales casi le impedían masticar cómodamente. Mantuvo cuerpo serrano y simpatía, compitiendo en conservación con los increíbles 87 años de Jaime Ostos. El incombustible matador, número uno en mejores tiempos, hacía tocar y comprobar la dureza de sus brazos y piernas, ahora que archivó aquel malhumor que lo caracterizó y casi se produjo tan festivo como Agatha Ruíz de la Prada, premio revelación de la Peña periodística Cuarto Poder, que ya acordó con Lucio y su hija María entregarlos la primera semana de octubre, todavía morenos y repuestos de las vacaciones. Una cena que puede combinar callos a la madrileña y los internacionales y mal copiados huevos estrellados. Los del veterano no necesitan ninguna esencia ni truco. Se escalfan sobre las patatas añadiéndole algo de pimentón, como hace nuestro más que compañero Elio Valderrama.

En este repaso del inagotable batallón de los 80, destacó, de pelo muy corto, rubísima y juvenil, Marily Coll, a quien los hijos legítimos de Riera Marsá, su ex amante más conocido, reclaman el caro apartamento del Centro Colón –era vecino de Sabino Fernández Campo y María Teresa Álvarez, su esposa–, una reclamación difícil porque el industrial se la legó de modo vitalicio y no hay modo de quitárselo. Mientras tanto, Agatha, que es invencible, reconocía a voz en grito que «ser dejada por Pedro Jota es lo mejor que podía pasarme, doy gracias a la vida». Costaba creerla, incluso avalada por su barbudo hijo Tristán.

Pero la ví mas joven, con la boca de un provocativo «rouge» rojo desafiante. Cultiva su relación con Luis Miguel, «El chatarrero», que las vuelve locas y perdiendo el sentido. Presuponen algo más que dinero, aunque no lo aparente. Agatha animó a que acudiese el achinado Fernando Sánchez Dragó, de rojo jersey, que se dejaba querer por una novia de pelito corto sobre traje muy acampanado.

Agatha presenta y allana alfombras rojas, lo que no hizo su guapa predecesora Carmen Martínez-Bordiú, ya Duquesa de Franco por legítima herencia, pese a las sucias y vengativas maniobras políticas de fulminar ese título. De un mal aire pretenden borrar 80 años de nuestra historia y a Carmen Martínez-Bordiú. Como si fuera azúcar refinó a quien se esta llevando, al menos de paseo, a lo más florido de nuestras damas.

Lo destacaron ante Vivian Ventura, con sus muy abrillantados labios casi tentación, viuda del trabajador Rafa Lozano, que tanto movió y soportó al ya decadente Julio Iglesias. Era un recuerdo nostálgico, como el que Pedro Espinar fue el primer español que apostó por el sushi, a quien sus elaboradores definen como «delicadeza en la cocina efímera». Miriam Díaz-Aroca animaba a asistir a la muestra pictórica tan naif que el día 20 organiza La Chunga, aprendida de su admirador, cuando descalza le bailaba a Picasso, como en el Ampurdán hacía cada noche en «El gitano de la Costa Brava».

Difiero de que la nostalgia sea un error –y menos horror– viendo este mujerío tan dispuesto y en pie de guerra. Madrid necesita su glamour, vivencias y calidad de experimentadas. Se impone recuperarlas y que Carmena las nombre algo así como monumentos a repasar. «Alguna está para los leones», según gráfica y no hiriente expresión de Naty Abascal.