Opinión
Orgullo y Pasión
Se acerca la semana del orgullo. El revuelo es evidente por todas partes. La gente parece estar más orgullosa que nunca. Y da la feliz casualidad de que en el estudio Agatha Ruiz de la Prada no podríamos estar más orgullosos de nosotros mismos. La causa arcoíris siempre ha resonado con gran rimbombancia en nuestro universo de fantasía sin fronteras, en el que los corazones, las estrellas, y las flores deciden las cosas. En él hemos conseguido una justicia mucho más eficiente. Entre las nubes de caramelo se esconden unicornios rosas y un vestido-globo agathizado flota ligeramente sobre el aire, de camino al oasis multicolor con el que soñamos. Ahí se admiten todo tipo de personajes extravagantes, cuanto más coloridos y estrambóticos mejor. Aquellos dispuestos a romper el molde y las hegemonías suelen acabar entre ellos. Al llegar descubren que la diseñadora por excelencia de aquellos territorios fantásticos no es nadie más ni nadie menos que nuestra reina de corazones autóctona, y que la ropa de Agatha Ruiz de la Prada es su portal...
Hablando en términos más pedestres, diría que Agatha Ruiz de la Prada es el hada madrina de los gays, así ha sido proclamada en repetidas ocasiones. De hecho, participará este año en la gran celebración que se brinda Madrid. Aunque ella misma es la primera en admitir que, en verdad, es todo lo contrario. Que ellos son sus hadas madrinas. Insiste que en el último año (y pico) de turbulencias y melodramas personales que ha vivido, ellos han sido su apoyo y su gente. Se ha sentido arropada y honrada por las generosidades de tantísimos gays que no sabe cómo podrá agradecérselo. Debutó el año nuevo en la embajada de Italia rodeada de hombres despampanantes, todos adorables e entusiasmados de tenerla en su corte –considera que esto presagia éxitos hasta el próximo diciembre–. Ellos han sido su amuleto y su amparo, en su mundo de fantasía.
Ahora quizás hablo de un segmento algo determinado dentro del maravilloso abanico de posibilidades eróticas y filosóficas que existen tras el arcoíris, pero los jóvenes gays –y macizos– han sido una comunidad ejemplar en su entusiasmo agathístico. Esta misma semana ha salido un lánguido y lujurioso reportaje en la Revista Dear (revista expresamente dirigida al hombre gay) titulado «la Diva y sus boys». Nuestra diseñadora favorita protagoniza su portada de portada y con mucha honra, iluminada por los resplandecientes abdómenes al sol de los jovenzuelos distendidos a su alrededor. Con este fabuloso reportaje me he dado cuenta –ya definitivamente– que tengo una madre mucho más «millenial» que yo. Se la ve whatsappeando casualmente al lado de la piscina –estupenda y atlética en un bañador fucsia con cola de alienígena azul– en medio de un panorama que le daría envidia a la mismísima Nicki Minaj. He de admitir que aquella «pool party» le alegraría la semana a cualquiera. No me extraña que a Agatha le falten palabras para agradecer tales cariños.
Los gays agathistas ocupan una posición privilegiada en nuestro reinado arcoíris, y en nuestras tierras purpurina. Agatha Ruiz de la Prada nunca olvidará sus fantasiosas amistades. Lo cual no quiere decir que no comparta esta simpatía multicolor con otros sectores de orgullosos, sectores orgullosamente diferentes e indiferentes. Las lesbianas, los bisexuales, los trisexuales, los asexuales, los multisexuales, los fabulosos y los estrafalarios también serán bienvenidos entre sus fantasías. Cuantos más se unan al clan de agathistas extraordinarios mejor. Y si se atreven a navegar las vicisitudes de la identidad sin miedos ni complejos, ya es buen presagio para poder convertirse en flores gigantes y corazones andantes. Recientemente nos hicimos muy amigos de los transexuales de Plasencia, que sin esfuerzo alguno fueron dignísimos representantes de la alegría y libertad que intentamos promulgar con nuestros diseños. El desfile que montamos juntos fue bombazo, principalmente porque compartíamos los mismos sueños.
En las antípodas de la imaginación es donde se montan las mejores fiestas –intentamos no perdernos ni una–. Entre plumas multicolores, lentejuelas y vestidos que cobran vida, también se encuentra una amalgama indescriptible de felicidad. Allí han dejado de existir las distinciones y los absurdos prejuicios mortales. Visitantes de múltiples planetas se unen al jolgorio, y el concepto humanoide del sexo les parece de lo más kitsch y divertido. Consideran nuestros intentos de subdividirnos en categorías de lo más curioso, cuando somos todos tan evidentemente de una sola especie (y encima de una un pelín limitada). Se lo toman como una pequeña excentricidad humana más, sabiendo que lo que importa en la realidad cósmica es algo que trasciende todas las definiciones.
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