Opinión
Embajadores vs «diplocats»
¿Pero no habíamos quedado en que uno de los grandes errores del anterior Gobierno fue el de no haber dejado bien claro y sentado fuera de nuestras fronteras el mensaje de que era el legítimo Estado de Derecho el agredido por un golpe secesionista, frente al efectivo relato de la maquinaria propagandística «Diplocat» sustentado en la idea del pueblo oprimido por un régimen semifranquista? Pues hoy no parece ni muy justa ni muy rigurosa la actitud de «silbar y mirar hacia arriba», ante el chantaje del separatismo catalán exigiendo al presidente Pedro Sánchez el cese inmediato del embajador español en Washington por el mero hecho de haber defendido públicamente, como es su obligación, la legitimidad de nuestra democracia constitucional frente a una nueva difamación, esta vez del propio president Torra en la capital norteamericana.
Otra muesca de cara a la reunión del próximo día 9 en La Moncloa.
Que el cese del embajador Morenés, hombre de la confianza de Rajoy en la más importante delegación diplomática del mundo estaba más que cantado desde el minuto uno del cambio de Gobierno es una realidad, como también ya lo es que el «rifi rafe» con Torra acabará por ralentizar una decisión más que tomada. Sin embargo, la cuestión realmente relevante es si, en esa nueva «operación distensión» que ha sustituido a aquella tan discutida «operación diálogo», el Gobierno –con independencia de cuánto se tarde en relevar a Morenés– va a mirar o no hacia otro lado en la recomposición de la maquinaria de propaganda exterior de la Generalitat con un departamento «Diplocat» ya en fase de reactivación de sus terminales o lo que resulta más inquietante, si no va a dejar meridianamente sentada ante todas nuestras embajadas y misiones diplomáticas en el exterior la idea/indicación de que, como ha hecho Morenés, la defensa del Estado español de derecho y de sus intereses forma parte de sus primeras obligaciones más allá de los cócteles y recepciones diplomáticas y ello incluye una inevitable vigilancia y labor de cortafuegos frente a los desmanes en el exterior de una propaganda secesionista que, además de torcer con evidente éxito la realidad y difamar a nuestra democracia, acabamos pagando para más «inri» todos los españoles.
El incidente de Washington no va a caer en saco roto y la actitud e Morenés, puede que en uno de sus últimos actos de servicio puede resultar más que impagable, sobre todo por lo que ha supuesto de toque de atención al nuevo Gobierno socialista, pendiente de casi imposibles equilibrios parlamentarios y facturas políticas por desgranar, a la hora de apretar al secesionismo donde más le duele y que no es en otra cosa más que en su entramado de post verdad fuera de nuestras fronteras. Es tan de sentido común como que cualquier embajador, con independencia del gobierno que le ha nombrado y sea o no de carrera haga oír altas y claras las razones de uno de los estados más democráticos del mundo frente a la xenofobia excluyente pero no imposible de desenmascarar, por mucho que se pasee entre salas de prensa internacionales con gafas de montura moderna, trajes de marca y hablando impecable inglés. El camino, tan solo cumpliendo con su deber, lo ha marcado Morenés.
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