Opinión

Ayala (1)

Un científico español, el profesor Francisco J. Ayala, ha sido expulsado de la Universidad de California en Irvine (UCI), tras las denuncias de 4 mujeres por acoso sexual. La llamada Oficina para la Igualdad de Oportunidades y Diversidad (OEOD en inglés) considera probadas las tropelías. Según explica en un artículo para el «Diario de Mallorca» el profesor y escritor Camilo José Cela Conde, colaborador y amigo del reputadísimo biólogo, los cargos consisten en «1) Tocar en el codo a una profesora en el transcurso de una reunión del departamento, para conducirla hacia un corro en el que estaban tratando un asunto de su posible interés; 2) Dar un beso en cada mejilla a una colaboradora suya para saludarla al ir a cenar a la casa de ella, delante de su marido y de la mujer de Ayala; y 3) Decir en algunas ocasiones a una mujer algo así como “te veo muy guapa y elegante”, en particular a una que estaba embarazada».

Si la institución cree que un empleado acosó sexualmente a colegas y alumnos, ¿por qué no denuncia? ¿Basta con la censura del claustro para que una persona reciba per saecula saeculorum la etiqueta de delincuente sexual? Sería gravísimo que las terribles acusaciones no pudieran sustanciarse delante de un juez por la devastadora hipótesis de que la Oficina para la Igualdad de Oportunidades y Diversidad haya zanjado como «acoso» unos comportamientos más allá del perímetro acotado por las leyes. O sea, confirmar la eventualidad de que las instituciones académicas actúan como policía y juzgados de la moral e, incluso, como legisladores plenipotenciarios.

En el caso del «beso en cada mejilla a una colaboradora suya para saludarla» (Cela Conde dixit) diría que el anglosajón medio tiende a considerar dicho gesto con una mezcla de prevención y ascazo. He llamado a la UCI. Hablé con una empleada. Digo yo que la Universidad ha publicado en algún sitio el pliego de cargos que considera probadas. Caso a caso. Dato a dato. Urge disipar dudas. Por ejemplo respecto a la alarmante posibilidad de que la OEOD no permitiera que testificara «ninguna de las [personas] que Ayala presentaba como sus testigos» (Cela Conde). Ahora que algunos reclaman la vuelta de la ordalía conviene descartar que la institución se haya comportado con racista intolerancia hacia nuestras costumbres y/o haya celebrado lo que en días menos histéricos llamábamos caza de brujas.