Opinión

El hígado

De todas las vísceras de nuestro cuerpo la que más se resiente con las emociones, con los fracasos y los éxitos, con la felicidad y la infelicidad es el hígado. No sé si esta afirmación tiene una base muy científica pero yo me atrevo y lo pongo negro sobre blanco aún a riesgo de que me insulten. Los humanos cuando sufrimos reveses en la vida propendemos a generar una serie de respuestas negativas hacia nuestro organismo que repercuten directamente en el órgano que filtra toda la porquería que entra por nuestra boca, sobre todos los líquidos etílicos, que si bien nos proporcionan placer, bienestar y euforia cuando los echamos al cuerpo (por vía interna, claro), al día siguiente repercuten en las sienes con esa especie de varilla aguda e incisiva que se nos clava al despertar. Así se manifiesta nuestro «Pepito Grillo» desde el costado derecho, ligeramente hacia atrás, ese que mi primer suegro, el doctor Olalde, se palpaba constantemente para comprobar que estaba en orden.

Esta semana la cosa ha ido de hígados. En mi mesa de trabajo, siempre revuelta, he guardado unos cuantos recortes de periódico en los cuales se habla de trasplantes, en cuyo capítulo España va a la cabeza mundial, título del que podemos enorgullecernos, francamente. Pero en ocasiones hay hechos vergonzosos que se nos hacen difíciles de asimilar, como el caso de Sandro Rosell, ex presi del Barcelona F.C., que trapicheó por aquí y por allá para conseguir un hígado que se sirviera a uno de sus jugadores, un tal Abidal, que se moría a chorros devorado por un cáncer. Y, sí, digo bien «trapicheó» porque lo consiguió en unas condiciones poco limpias, no sé, como de forma ilegal, negociando por lo bajini, y así lo certifican unas conversaciones telefónicas grabadas que no sé cómo han llegado a determinadas manos y han sido publicadas. Hay que tener mucho cuidado con lo que se habla, porque el Gran Hermano no duerme, vigilando y controlando día y noche, aunque yo sólo hablo de necedades con mis amigotas, mi madre –que se preocupa por el estado del tiempo como buena gallega–, y con mi marido cuando sale del hospital para que vaya preparando un aperitivito. Pero Rosell fue pillado con la compra de un hígado, algo ilegal, ya que el comercio de órganos está penado por la Ley.

Los chinos, en cambio, andan más ligeros de escrúpulos y en otro de mis recortes tengo información del tráfico de vísceras de presos y condenados a muerte en la patria de Mao, y esto sí que resulta francamente estremecedor. Porque si alguien anda en apuros puede vender unas cuantas jeringas de sangre, como hacían antes los estudiantes –los estudiantes de mis tiempos, no los de ahora que viven como príncipes–, o bien un trocito de hígado, que al poco tiempo se regenera. Otra cosa es prescindir de un riñón porque si el día de mañana nos falla el que nos queda, mal asunto. Pero a lo que íbamos: lo de China es algo que ya se viene comentando y, por encima de todo, denunciando ya que es práctica repugnante la extracción de los órganos a los ejecutados, algo que hasta incluso se ha llegado a hacer cuando las víctimas aún están vivas mientras «el corazón sigue latiendo». «El perfil de los reos que son profanados es concreto y selectivo. Los presos políticos y los miembros de grupos étnicos religiosos minoritarios que no están legalizados por el Gobierno, vistos como una minoría disidente y peligrosa, son las principales víctimas. Posteriormente, se comercia con los órganos extraídos ilícitamente a través del mercado negro». Me quedo sin más palabras y con el estómago revuelto, pongo punto final a nuestro tema de hoy y salgo a tomar el fresco, el poco fresco que tenemos, para ventilar mis pensamientos.