Opinión
Guiños que carga el diablo
Imposibilitado por su escuálida representación parlamentaria de 84 diputados, eventual rehén, bien de Podemos o bien del nacionalismo vasco y el secesionismo catalán, a Pedro Sánchez la escasa capacidad de maniobra para gobernar y las urgencias por recuperar músculo electoral aprovechando el capricho del destino que, como diría Iglesias, le ha puesto en La Moncloa, solo parecen brindarle el recurso por otra parte nada menor de los constantes guiños, de los amagos sin llegar a dar y de ocurrencias que, casi antes de ayer quedaban circunscritas a la acción de las marcas podemitas en sus ámbitos de gestión municipal. Si la socialdemocracia lleva años de profunda crisis en todo el mundo reduciendo partidos históricos del centro izquierda a la condición de testimoniales, se debe casi en exclusiva a una anemia de ideas ante la que solo parece ofrecerse como única y dudosa alternativa el disputar el espacio de las «ingeniosidades» a los populismos de izquierdas.
Lo que ocurre en España tampoco es muy diferente por mucho que el PSOE aguante aún en su condición de marca preponderante de la izquierda. Es tal la urgencia por recuperar el terreno cedido a Podemos, que los grandes y reales problemas de país pasan a un segundo plano, por no hablar de la renuncia al espacio de centro político para mayor regocijo de las expectativas de recuperación en el Partido Popular y de crecimiento en Ciudadanos. Sánchez llegaba a la presidencia del Gobierno casi por accidente, el tiempo le corre rápido y no va a desaprovechar la ocasión de explotar lo que mejor se le da a su partido dese los tiempos de «ZP» y que no es otra cosa más que el permanente postureo político. Los recursos fáciles, los viejos trucos, los números ante el respetable son siempre los mismos pero sus pingües beneficios saltan a la vista siempre y cuando eso sí, otros le hayan librado antes de las consecuencias de una brutal crisis económica y ya puedan atenderse más entretenidas cuestiones cercanas a la víscera ideológica y a la fantasmagoría del imaginario colectivo. Franco sigue siendo una verdadera y auténtica mina cuatro décadas después de su muerte. Se le desentierra y si hace falta se le vuelve a enterrar. La iglesia católica es el otro recurso que nunca falla, nada como atizarle a los curas aunque sea a costa de cuestionar alguna de las pocas cosas que han funcionado en nuestro sistema educativo como es la enseñanza concertada. Toneladas de alpiste para tertulias de radio y televisión. El problema de los «guiños» –que ni por asomo aparecían entre las propuestas de la moción de censura en el parlamento– es que, más allá de no quedarse en meras anécdotas acaban teniendo consecuencias. Ponen en cuestión elementos como la independencia judicial, la propia estabilidad económica –léase anunciado incumplimiento del objetivo de déficit ante la UE– e incluso la convivencia a medio plazo cuando se pretende regular en la calle lo que es sencillamente irregulable. El gobierno de Sánchez ha renunciado al centro para satisfacción de Rivera y del próximo líder/lideresa del PP aunque eso si, sera ampliamente aclamado por los de la «zeja» –eso ni dudarlo– en los próximos premios Goya. Ahí se mueven de matrícula de honor.
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