Opinión

Primarias

Las elecciones del PP llegan en el peor momento para España y el mejor para el partido. Desembarazado de los yugos que impone la tarea de gobierno puede enderezar lo torcido y, de paso, contemplar como el PSOE hace malabares con un secesionismo que según jurisprudencia alemana traicionó pero no incurrió en rebelión. O sí pero no lo suficiente para consumar el golpe de Estado, y en consecuencia todos felices y a casa. Será que en Alemania no existen antecedentes del asalto a la democracia por el fascismo, tal y como demuestran los sucesos posteriores a las elecciones al Parlamento de Weimar de 1933, cuando los nazis acaudillados por un tal Adolf Hitler obtuvieron la mayoría con 17 millones de votos y 288 escaños.

Así las cosas lo que suceda en Cataluña queda en el alero del presidente Sánchez, que como todos saben sólo gobernará unos meses, lo justo para convocar elecciones, mientras que Casado y Sáenz de Santamaría dedican sus días a explicar que quieren para España y, sobre todo, para un partido que parece empeñado en incurrir en todos los vicios que aquejan al resto de la competencia. Me refiero a la paralizante incapacidad para pelear ideas y liderar propuestas en una Europa asaltada por los populismos en sus más variadas formas, del nacionalismo identitario y el racismo amparado en coartadas de índole cultural al peronismo de barra brava con melodía altermundista, la extrema derecha francesa remozada de la impresentable Marine Le Pen, los negacionistas polacos del papel jugado por sus conciudadanos en catástrofes de la civilización del calibre de Treblinka o los miserables enemigos de la UE al otro lado del Canal de la Mancha.

A mí, y por circunscribirnos al asunto catalán, me interesa saber qué opinan de las concesiones realizadas a la xenofobia nacionalista, qué proponen para garantizar la igualdad real de los españoles y cómo aspiran a articular en Europa la respuesta legal y propagandística contra un virus que, de propagarse, podría reavivar los peores incendios de nuestra historia. Del Tinell a las ocurrencias de los ministros que negaban que la Generalidad rebelde hubiera malversado dineros públicos, de los fueros medievales y su insolidaria pervivencia a la dejación del Estado en parte del territorio nacional, se me ocurren mil y un cuestiones que convendría discutir.