Opinión
El nuevo «plasma» monclovita
Suele ser común entre los asesores de imagen y comunicación que se instalan en la Moncloa esa casi enfermiza obsesión por alejar al líder de una excesiva sobreexposición ante los medios informativos, tendencia que suele tornarse en una secular alergia hacia el periodista y en la obsesiva sobreprotección de un responsable político obligado a dar explicaciones de su gestión, si no permanentemente, al menos con una mínima periodicidad. Pasados ya 55 días desde que Sánchez accediera a la Presidencia del Gobierno sin haber ofrecido una sola rueda de prensa en suelo nacional –que otra cosa son las comparecencias conjuntas y de preguntas muy acotadas junto a mandatarios extranjeros– da la sensación o algo más de que los asesores de Moncloa, con especial referencia en el jefe de gabinete del presidente o el nuevo secretario de estado de Comunicación, se han tomado en serio los dos enunciados: sobreexposición mínima y sobreprotección máxima.
Se supone que habíamos quedado en que era Mariano Rajoy el «rey del plasma», el mandatario político inclinado a las comparecencias ante la prensa bien sin preguntas o bien a través de una pantalla, leyenda urbana que se cae por sí sola a poco que se rasque; el ex presidente del Gobierno y del PP compareció en sus primeros cuatro años de legislatura, valga como ejemplo, unas cuantas veces más en la Moncloa que su antecesor Rodríguez Zapatero y la media de ambos no se alejaba demasiado de las de Aznar o el propio Felipe González. Pues bien, ahora va a resultar que el actual jefe del Ejecutivo supera con creces a sus antecesores en esa alergia a responder preguntas de la prensa nacional, camino de dos meses –y esto sí es inédito– sin aparecer en ese atril de una sala de prensa que pasa por ser una de las más vistosas y mejor acondicionadas del mundo comparada con las de otras sedes de gobierno. El mantra extendido desde la Secretaría de Estado de Comunicación a propósito de la «apertura de ventanas» en la Moncloa para orear la sede de Presidencia y hacerla más accesible a la opinión pública, no parece ir más allá del mero postureo propio de quienes aterrizados en el poder cambian hasta los enchufes.
El aumento de asesores y cargos en el departamento de comunicación de Moncloa contrastando con una austeridad mal entendida en la etapa de Rajoy –y así les fue– es proporcional al celo con que se esconde al presidente. Tal vez por ello alguien debería caer en la cuenta de que las estrategias de imagen están muy bien –ahora que algún gurú se ha puesto de moda–, pero llega un momento, de manera inevitable e ineludible, en el que la política con mayúsculas se impone a los gestos y a los golpes de efecto ergo, 55 días después igual los fontaneros del plasma y magos de la imagen en Moncloa tienen a bien brindarnos –gafas de sol y gestualidad manual aparte– una comparecencia de Sánchez para responder sobre mundanos temas domésticos.
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