Opinión

El 17-A y el Rey

En su afán por mostrarse dueños de una independencia que no tienen, los nacionalistas catalanes han intentado vetar la presencia del Rey en Barcelona, el 17 de agosto, con ocasión del primer aniversario de los atentados yihadistas que tuvieron lugar en esa ciudad. Y por eso, el presidente Torra se ha dirigido a la alcaldesa Colau para que no curse la invitación correspondiente. Ésta, con buen criterio, ha declarado que, de acuerdo con lo que le han pedido las víctimas de aquel suceso, «no habrá ningún parlamento político (en el acto), y así será». Claro que no se ha pronunciado explícitamente acerca de si considera o no al Rey como portador de una expresión política y, por tanto, no ha dicho nada sobre la pretensión de Torra.

Que el Rey esté o no en un acto de esa naturaleza es algo que, como manda la Constitución, ha de ser decidido por el Gobierno, pues no en vano los actos del Rey han de ser refrendados por un ministro. Por eso, cuando en Moncloa dicen que el Rey «puede ir donde quiera y cuando quiera», lo que hacen es escurrir el bulto, supongo que en aras de la buena armonía que Sánchez quiere sostener con el que, al parecer, ya no «es el Le Pen español»; o sea, Torra.

Pero la cuestión relevante no es la del pretendido veto torrista. La cuestión es si el Rey debe asistir al acto conmemorativo de un atentado terrorista concreto, sentando un precedente que podría suscitar agravios comparativos, seguramente, casi todos los días del año, pues según el Mapa del Terror elaborado por Covite, sólo hay 35 huecos en el siniestro calendario de las víctimas ocasionadas por las organizaciones terroristas en España. El Rey se ha mostrado solidario con ellas múltiples veces y todos los años acude al concierto que, en su homenaje, organiza la Fundación VT; y también ha asistido a manifestaciones de repulsa convocadas inmediatamente después de algunos atentados singularmente crueles. Ha estado siempre cerca de las víctimas, procurando un difícil consuelo y mostrando una solidaridad que excede la de su representación institucional, pues ha sido expresión de una verdadera condolencia. No se necesita que ahora vaya más lejos, ni para el prestigio de la Corona ni para el alivio de los afectados.

Es posible que este debate oculte otras cosas relevantes, entre ellas las referidas a las responsabilidades políticas de quienes, por su incompetencia o por su negligencia, no hicieron lo necesario para evitar los atentados que se conmemoran. Y ahí están desde los servicios policiales de la Generalidad hasta los del Ayuntamiento de Barcelona. Ellos sí debieran reflexionar.