Opinión

PSOE del siglo XIX

El curso nos ha dejado un cambio de Gobierno inesperado, con un acelerón de medidas destinadas a desmontar el legado de Mariano Rajoy y empezar una nueva etapa. El ritmo ha sido trepidante (RTVE, acercamiento de presos etarras y separatistas, más gasto, reforma educativa, eutanasia). Hay cambios que me gustan y otros que no, lo que no me agrada en absoluto es el regusto decimonónico que rezuman algunos.

Entre las preocupaciones urgentes de la mayoría de nosotros no figuran, por ejemplo, ni la asignatura (voluntaria) de religión ni la urgencia por morirse. A los españoles les acongojan la ruptura del país y la falta de solidaridad, la economía (que sigue cogida con pinzas) y el futuro de sus hijos.

Con relación a la propuesta de eutanasia, la gente que se está muriendo quiere vivir, vivir lo más posible con calidad. Eso se llama cuidados paliativos, no muerte rápida con una substancia letal. Y en lo que toca a la Iglesia, la inmensa mayoría tiene el recuerdo del gran esfuerzo de Cáritas y las parroquias durante la crisis, conoce además el trabajo asistencial de tantos religiosos y misioneros y aprecia el impacto de un Papa que está conquistando con el arma de la ternura los corazones de todos los hombres de bien.

Cuando Pedro Sánchez enarbola la bandera anticlerical no parte de una referencia real, no recoge la experiencia cotidiana de los españoles. El mecanismo es más viejo que el hilo negro y se llama manipulación. Es esa idea del socialismo decimonónico de que la lucha de clases exige la división de la sociedad en grupos antagónicos y el enfrentamiento de estas clases (ricos y pobres, hombres y mujeres, religiosos y antireligiosos). Allí encuentra su caladero una mentalidad propagandística muy anticuada y feroz.

Ignoro si le dará resultado. Lo que sí sé es que va a dejar el país lleno de grietas y costurones. Que va a provocar heridas que ya no existían. La ideología, el elenco frío y abstracto de argumentos separados de lo real, tiene sin embargo una fuerza motriz enorme. La historia es rica en revoluciones nacidas de libros. La propaganda tiene la virtualidad de convertir a una persona que conoce los hospitales de la Iglesia, sus misioneros o sus cáritas parroquiales, en un odiador profesional de la Iglesia. Si a esos odiadores se les da después un programa electoral anticlerical, te votan, claro. Tal vez Pedro Sánchez gane partidarios por esa vía. Pero a la vez fractura la sociedad, siembra rencor y desestructura la convivencia. No entiendo este sesgo en el PSOE. En el tiempo de Francisco, del Macron que recupera el valor social de la Iglesia para la Francia laica, el odio al cura está fuera de lugar.