Opinión
Una corta pretemporada
Casi sin darnos cuenta se nos marcha el verano. Enfilamos las últimas curvas de un circuito de desconexión que nos ha hecho olvidar la presión del calcetín negro y del zapato, como si hubiésemos llevado chanclas toda la vida y que nos hará agotar a la vuelta los tres intentos que señalan que no recordamos la clave del ordenador en el trabajo. Hasta se nos echa encima el síntoma más evidente de que el comienzo de curso está cerca, ya saben, el arranque de la temporada liguera de fútbol ya concluida la pretemporada. En el curso político que asoma, marcado por el retumbar de tambores electorales y presagiando un otoño caliente como pocos, algunos dirigentes como el todavía flamante nuevo líder de PP, Pablo Casado, van a tener que afrontar su particular liga prácticamente sin tiempo para la pretemporada estando esta vez en juego algo tan poco menor –que diría Rajoy– como la propia supervivencia del partido estrechamente ligada al doble factor de la cohesión interna y de hacer un papel tirando obligadamente a notable en los próximos comicios autonómicos y municipales. Entiéndase «parar el golpe».
Sobre el primero, el de la unidad de puertas para adentro, no han sido pocos ni los móviles que han sonado estos últimos días a pie de piscina y de playa, ni los encuentros en forma de comidas y cenas. Se trata de que aquella advertencia del presidente popular «no permitiré corrientes internas» pase de las palabras a los hechos y de que las corrientes ahora circulando livianas en unos casos y en vías de estancamiento en otros, no confluyan en un discurrir subterráneo mas organizado. La cuestión es espantar la idea de los escépticos que siguen rumiando en la entretela similitudes con el caso del efímero Hernández Mancha mostrándose dubitativos a la hora de integrarse en el nuevo «statu quo» y hacerles ver que Casado está mucho más cerca de aquel lento pero sólido despegue de Aznar como líder del centro-derecha a pesar de los pocos que daban por él una sola peseta de las de entonces.
Sobre lo segundo, el examen electoral en el poder territorial, solo puede colegirse que Casado ha acertado de lleno en su decisión de no remover ni una sola de las candidaturas que ya había cerradas antes del congreso extraordinario, muchas de ellas claramente sorayistas como la del andaluz Moreno Bonilla. Ni hay tiempo material para poner cabezas de lista patas arriba, ni se va a desaprovechar la oportunidad que de rebote brindan candidatos de otra cuerda en el pasado; si les va bien –caso del número uno a la Junta andaluza– gana el PP y gana Casado, si no les va tan bien, razón mayor para cambiar hasta los enchufes de la sede regional. Parece que de entrada el joven líder popular también acierta en la recuperación del relato perdido frente a Ciudadanos, visto que algunas banderas pasaron con demasiada facilidad al partido de Rivera que ahora sí sabe que tiene un problema. La entrada de los naranjas en gobiernos y gestión por la puerta de municipales y autonómicas se antoja ahora bastante menos triunfal. En esta liga política habrá que echar mano y no pocas veces del «VAR».
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