Opinión

Fariña (y II)

Comenté en mi última columna que la excelente serie Fariña deja de manifiesto, en primer lugar, cómo el deseo de Hacienda de recaudar más tuvo como consecuencia directa que los contrabandistas del tabaco se pasaran al tráfico de drogas con todo el rosario de miseria y muerte que eso significó. El segundo aspecto que llama enormemente la atención es el estado de la delincuencia en España todavía a unos años de la muerte de Franco. Se podrá discutir cómo funcionaba la policía, pero es innegable que mantenía un nivel de delitos, especialmente violentos, casi envidiable. Se podrá decir que ahora no hay abusos, pero la realidad es que los mozos de escuadra tienen un historial de tortura que abochorna y eso no garantiza ni la seguridad urbana en Cataluña ni la eficacia mínima frente al terrorismo islámico o el golpismo. Es algo que se contempla también en la historia relatada en Fariña. Los contrabandistas de tabaco pudieron pasarse al tráfico de droga, pero jamás, ni de lejos, asumieron los hábitos asesinos de las distintas mafias italianas o de los cárteles colombianos. Por el contrario, evitaron siempre que pudieron ese tipo de conductas. Ajustes de cuentas entre bandas hubo así como palizas y coacciones, pero Sito Miñanco, los Charlines y Oubiña fueron la madre Teresa con grelos en comparación con Pablo Escobar y tantos otros. Eran hijos directos de una delincuencia que venía de la época de Franco, que evitaba la violencia lo más posible, que primaba el ingenio, el soborno y el clientelismo regional y que sabía aprovechar la benevolencia ocasional de un sistema penalmente mucho más duro que el actual. Eso es historia. La llegada de las mafias internacionales de, al menos, tres continentes; la fragmentación policial en Cataluña y Vascongadas; la legislación penal más laxa y la pérdida del temor a la acción de las fuerzas del orden provocaron un antes y un después. Desearía equivocarme, pero creo que nunca recuperaremos la tranquilidad en las calles que existía a mediados de los setenta. Si acaso cada vez va a ser más frecuente ver cómo la policía es agredida por boronos, filogolpistas catalanes o africanos ilegales que encima los acusan de ser racistas y de pretender causarles la muerte. No me cansaré de decirlo. Los que decidieron convertir el contrabando de tabaco en un delito para recaudar más abrieron las esclusas de la muerte.