Opinión

De cambio de ciclo, nada

Que nadie se engañe. En España ha habido un reciente cambio de gobierno y nuevo inquilino desde hace tres meses en la Moncloa por la legítima vía de la moción de censura. Eso es todo. Algo que en nada se corresponde con la moto tuneada que se nos pretende vender desde las terminales del discurso oficial de la actual Moncloa, a propósito de un irreversible cambio de ciclo político en el país. Los cambios de ciclo en nuestra política nacional suelen marcar un patente borrón y cuenta nueva en el equilibrio de fuerzas, dan paso a la alternancia y abren un nuevo panorama con años de recorrido. Ocurrió con el tránsito de Suárez cerrando la transición hacia la etapa de González; ocurrió después con el fin del primer periodo socialista hacia la era Aznar y ocurrió otro tanto con el ascenso al poder de Rodríguez Zapatero en 2004 al que se puso punto final con el triunfo de Rajoy en 2011. En todos los casos había elementos sociales y políticos que certificaban el cambio de ciclo. Ahora no, el entorno de Sánchez lo sabe y sus socios preferentes podemitas lo saben también, lo que plantea un reto para quienes han llegado al poder vía moción de censura sin un magma de respaldo social y con el consiguiente riesgo de enfilar la puerta de salida por el método habitual, las urnas.

Durante estos primeros casi cien días de gobierno de Sánchez hemos visto publicadas no pocas encuestas sobre intención de voto, una de ellas especialmente indicativa en este periódico y todas coincidentes en dos cosas: la primera, un PSOE que gracias al infalible efecto llegada a la Moncloa y primeros bien medidos fuegos de artificio se liberaría del techo actual de 84 escaños y pasaría a ser primera fuerza eso sí, con una insuficiente mayoría minoritaria. Y la segunda
–recogeré aquí el citado sondeo de «NC Report» para la Razón publicado hace un mes– con un dato mucho más importante y que no es otro más que la constatación de que, con independencia del trasvase de escaños entre socialistas y Podemos o entre PP –ahora con el efecto Casado parando la caída– y Ciudadanos, la masa electoral española continúa, como hace un año inclinada hacia el centro-derecha y superando a un centro-izquierda que es más izquierda que centro. O lo que es lo mismo, que, ante unas eventuales elecciones generales, los partidos de Casado y de Rivera están bastante más cerca de una mayoría absoluta para gobernar que su insuficiente suma actual en el Congreso. Esto es tan palmariamente crudo como que tras un nuevo reparto electoral de cartas todo estaría abierto y nada por descartar, eso sí, ya por la vía de las urnas y no de la moción de censura. Tal vez por ello se presuma más encarnizada la disputa entre populares y naranjas por la primera referencia del centro-derecha, frente a un Sánchez que, para evitar la posible condición de presidente más efímero de nuestra democracia, ya perfila desde el Ejecutivo toda una campaña de revisionismo guerracivilista y propaganda mediática. Veremos. Pero hoy, de cambio de ciclo, nada.