Opinión

El pogromo catalán

La palabra «Pogromo» es de origen ruso, cuyo significado se refiere a las agresiones contra un grupo social, religioso o étnico, mediante el linchamiento multitudinario, espontáneo o premeditado, acompañado de la destrucción o el expolio de sus bienes. Se empezó a utilizar en Rusia en el siglo XlX en relación con los ataques indiscriminados contra la población judía y se puede aplicar a otros momentos de la historia donde se hayan producido episodios de extrema violencia.

En octubre de 1934 la insurrección nacionalista en Catalunya y socialista en Asturias precipitó la caída de la República y significó el inicio de la violenta polarización que en 1936 explotaría en la Guerra Civil. En noviembre de 1933 la derecha ganó las elecciones por mayoría. La Humanitat, el periódico oficial de ERC, publicó el 22 de noviembre un editorial titulado «En pie de guerra», donde llamaba a «estar alerta, el arma al brazo y en pie de guerra (...) Tomen nota la Lliga, el obispo y su siniestra tropa (...) Es la hora de ser implacables, inflexibles y rígidos». Era el aviso de ERC y su propuesta golpista contra el gobierno legítimo. Companys llamó en junio de 1934 a la rebelión, pero el general Batet, con apenas un centenar de hombres, dominó la sublevación de Companys contra la República. El golpe separatista dejó 107 muertos y la derecha de la Lliga tomó el control de muchos ayuntamientos. La venganza del separatismo ocasionaría el pogromo en verano de 1936 con la excusa de la sublevación militar.

En apenas tres meses de verano de 1936 los milicianos anarquistas bajo el control de ERC asesinaron a un millar de concejales derechistas repartidos por toda la geografía catalana, centenares de jueces municipales y funcionarios y hasta 256 alcaldes o exalcaldes de pueblos catalanes. Resulta curioso observar como la mayoría de dirigentes municipales asesinados fueron los principales elementos que se opusieron al golpe de estado de Companys en 1934. Los coches fantasma de anarquistas, procedentes de los barrios populares de Barcelona o l´Hospitalet, llegaban a los lugares más recónditos de Catalunya con listas explícitas y se dirigían directamente a las casas de los señalados, que serían asesinados sin contemplaciones.

El pogromo contra la derecha catalana, ejecutado por desarrapados henchidos de odio, fue hábilmente dirigido por próceres locales nacionalistas, que, sin querer mancharse las manos de sangre, dejaron el trabajo sucio a sus incontrolados. Los asesinos tienen calles, plazas y estatuas en todas las localidades catalanas. Del pogromo catalán está prohibido hablar.