Opinión
Futbolerías norcoreanas
El Barcelona, el Girona y LaLiga aspiran a que los dos primeros jueguen un partido de fútbol en el estadio Hard Rock de Miami. Falta, claro, el permiso de la Federación. Ese organismo modélico desde el que fulminaron a Julen Lopetegui, en vísperas del Mundial. El encuentro, que tendría lugar el 26 de enero, pretende difundir el fútbol español en tiempos de indisimulada carestía. A pesar de la era dorada del Barcelona de Messi, del asombroso lustro de un Madrid a la altura del equipo mítico de Di Stéfano, tenemos más y más difícil competir con las dopadas finanzas de los rivales europeos. Clubs/Estado, bañados en petrodólares, como el PSG del niñato Neymar. O las escuadras de la Premier, en un fragor de televidentes chinos y acaudalados sátrapas rusos. Así que la idea de competir fuera y exportar producto parecía buena. Más todavía después de sufrir los aspavientos de los enemigos del comercio y otros mesiánicos. Para muestra un Iñigo Errejón. Aupado a twitter para lamentarse: «Alquiler de nuestros equipos como circos ambulantes. Los desenraíza de sus ciudades, es un desprecio a las aficiones y un gesto colonial que desnaturaliza aún más la liga. Si todo es plástico en un centro comercial mundial, nadie pertenece a ningún». Javier Tebas, presidente de LaLiga, le respondió que ojalá «en contextos más relevantes te acuerdes de las raíces y la pertenencia». Descontada que la única legitimidad que importa emana de la Constitución, que el resto apesta a milonga retrógradas, fascina que Tebas crea que el Barça y el Girona pretenden exportar la Marca España. Uno más bien imagina el paisaje de unas gradas invadidas de esteladas, el habitual sainete, y francamente no acabo de entender los beneficios del viaje. Después de que el Barcelona fomentase con narcótica alegría el avance independentista ya solo faltaba que el golpismo ambiente aproveche esta plataforma y desfile en Miami. Cruzar al otro lado del charco para reafirmar las siniestras patochadas indepes parece propio de kamikaces. Imaginen un palco con Quim Torra, Aragonés y Artadi. Más la siempre espectacular presencia del ínclito Ernest Maragall. Disfruten del circo de televisiones y periodistas analfabetos. Dale que te pego con la Cataluña Rohingya, la Cataluña Darfur, la Cataluña Tutsi. Lloren, de salirse con la suya, de permitirles el esperpento, la enésima torpeza de un Estado comatoso. Incapaz de asumir que en el burbujeante tablero posmoderno los publicistas ganaron a los historiadores. ¿Tanto cuesta entender que vale más un spot futbolero que el Índice de Democracia del Economist?
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