Opinión
Los diez negritos
«No todos somos iguales», se despedía Montón, exministra de Sanidad. Cierto: los hay peores. Pero tan honda sentencia, revenida del clasismo moral de las izquierdas, se empareja con el bronco «más eres tú» de los jaques de taberna. Debe desconfiarse de los médicos que no ejercen tan costosa y ardua carrera, y los hijos de Hipócrates no quieren galenos al frente de Sanidad por sus inevitables declinaciones profesionales y personales. La salud universal pública necesita economistas y no políticos de toda la vida. La ministra se ha despedido mejor que Maxim Huerta pero sin admitir su condición de plagiaria y como una Eva fundadora y piedra sillar sanitaria en su efímera estancia en el despacho. Al presidente Sánchez le hace aguas su oficina de recursos humanos porque a más de los despeñados en cien días silban las balas por las mejillas de la ministra que no sabe qué hacer con el gasóleo y desmiente a su jefe, la que inscribe en el BOE un sindicato de meretrices o la que congela un contrato de bombas guiadas por láser a Arabia Saudí ignorando que esa cuerda sujeta un pedido de fragatas.
La disfunción como norma de trabajo gubernamental. Entre las décadas 60-70 estuvo malamente de moda «la yenka», un ritmo cacofónico para quienes no sabían bailar consistente en dar pasos simiescos adelante y atrás. Al bueno de Joaquín Ruíz-Jiménez creyente que la Democracia Cristiana sucedería al franquismo, como en Italia, se le apodó así por sus continuadas rectificaciones políticas. Hoy tal como ayer. No hace falta especular sobre Casado, líder del PP, porque sus estudios están en el Supremo, y él decidirá, aunque los habituales de la distinción ética o la paja en ojo ajeno confundan los colibríes con los avestruces porque ambos se cubren de plumas. Importa más qué ocurre en la Juan Carlos I (última vileza contra el Rey abdicado) que parece un parque de atracciones del estraperlo universitario y como la cuenta de desbarres ministeriales no está cerrada la riada llega hasta la «titulitis» del propio presidente cuya curricula oficial va y viene. El gran éxito dramático de Aghata Christie, hoy injustamente arrinconada por Patricia Higsmit, fue «Diez negritos» asesinados aleatoriamente en el escenario. La función se representa en La Moncloa.
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